"No sirvo para cobrar consultas a personas cesantes, a enfermos depresivos y a los que sufren por amor".

Esta es quizás la mejor definición que el propio Profesor Nostradamus hizo de él hace seis años en el diario La Estrella de Valparaíso de la relación que por décadas mantuvo con sus fieles "pacientes" a través de los medios escritos, radiales y televisivos.

Claudio Solar López, como realmente se llamaba y pocos conocían, se fue de este mundo a los 83 años producto de una larga falla renal. Como buen "brujo" de alguna manera predijo su futuro porque se retiró a tiempo para disfrutar sus últimos días pintando y escribiendo en su campito del pueblito de Artificio, cerca de La Calera.

"Se me fue mi profesor, pero se fue feliz en su casa, junto a mí y a sus perritos que quería tanto", contó su mujer por 25 años, Ana María Julio (54).

"Fue un gran compañero de viaje, recorrimos kilómetros de vida, disfrutando con las cosas más sencillas".

El haber fundado la escuela de periodismo de la Universidad de Chile, en Valparaíso, lo llevó en su calidad de primer director a llevar a sus aulas en 1963 a otros genios, como el dibujante italiano Renzo Pecchenino "Lukas, un enamorado del puerto.

Con su característica barba era número puesto en tertulias porteñas al calor de un buen vino. "Confieso que soy un escritor más o menos no más (ganó el Premio Municipal de Literatura de Santiago, en 1951) y casi "un pintor de domingo". Y he llegado a la conclusión que esta alma de poeta, mi visión mágica del pintor y mis estudios de sicología son los que me han servido para ser una sola cosa: "El Profesor Nostradamus", un cariñoso guía espiritual de mis lectores. Con eso tengo bastante".