Crónica

Súper Patrimonio es ñecla y federico, pero aplica golpes de cultura

En Valdivia la Luna se baña desnuda y hace dos años un extraño héroe lucha para que los péndex dejen de ver tele y se den un chapuzón de cultura en el río Calle-Calle.

Se trata de "Súper Patrimonio", un personaje que oculta su identidad tras un ridículo disfraz verde, con lentes de aviador, que dejan ver su paupérrima musculatura y sus buenas intenciones.

El objetivo del tipo, que vive en el entretecho del Museo Rodolfo Philippi, de la Universidad Austral, es que los niños de la Región de los Ríos se interesen por la cultura y visiten lugares de interés patrimonial.

Desde que comenzó a guiar a los peques que visitan los museos de Valdivia, la afluencia de cabros chicos se disparó como matraca de choricuaco.

"Ha sido todo un éxito", comentó Iñaki Moulian, un compadre que también trabaja en el Museo Philippi y curiosamente nunca está presente cuando Súper Patrimonio aparece para combatir la ignorancia, como sucede con Clark Kent y Superman.

Para cachar cuál es la misión del gurú, conversamos con él en su guarida, junto a cerros de libros llenos de palabras. Contó que llegó de un diminuto planeta ubicado tras la Luna llamado Patrimonia XXB, y que su virtud es "el don de la palabra".

El vengador de los mateos agregó que su mayor temor es que sus archienemigos algún día tomen el poder. Está hablando de Madam Corrosión, una vieja amarga  que destruye los recuerdos; Don Celuloso, un tipo que deforesta el bosque;  Mugresiño, el enemigo número uno de la higiene, y el más despreciable de todos,  Inmemorio, un desgraciado homicida de la cultura.

SP debe enfrentar más obstáculos. "Varias veces los niños piensan que me llamo Súper Matrimonio. Por eso es importante que siga luchando contra la ignorancia".

HOMENAJE A SUPERCIFUENTES

Súper Patrimonio está inspirado en un héroe que no ha recibido el reconocimiento que merece de la humanidad. Se trata de Supercifuentes, el protagonista de una historieta de Hervi, publicada en "La Bicicleta", en los '80.

Llamado en realidad Segundo Cifuentes, el compadre dedicaba su vida a luchar por el bien. Hacía su mejor esfuerzo, a pesar que era chico, pelado y cesante.

No fumaba, no bebía, nunca se lo vio con una mina, no tenía auto ni equipo de música y no usaba desodorante de marca conocida.

Sebastán Foncea M.

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