"Vampiro" criollo concede hasta nobles cacheteos

Polo, Rozas y Barrios, tres rufianes de poca monta, fueron contratados por las enyegüecidas cabronas de los lupanares de calle O'Higgins. La misión que les encargaron no era fácil: atrapar al "brujo" que espantaba a los clientes que llegaban a pasar un momento con las mariposas nocturnas del sector. Corría la década del 60 en Rancagua.
Días después, los granujas le pasaron un billete al cuidador del Cementerio N°1, frente a los prostíbulos, y esperaron agazapados en el imponente mausoleo de Tito Lastarria. Según contaban los acalorados titanes que bajaban desde las minas El Teniente y Sewell, a relajar el cuerpo y tomarse unos loritos tras arduos días de trabajo, el extraño ser aparecía desde ese sepulcro para corretearlos.
"Estos cafiches esperaron harto rato hasta que apareció el supuesto brujo, al que agarraron y le sacaron cresta y media. Era un enfermito que se echaba polvo en la cara y se ponía un traje negro para asustar a la gente. Se creía el espíritu de Tito Lastarria", cuenta el historiador rancagüino Guillermo Drago (62), quien escribió un libro sobre el cementerio.
El laceo del perturbado volvió a prender las fogosas noches de los burdeles, pero no logró apagar la leyenda en torno a la imponente tumba de Lisandro “Tito” Lastarria, conocido también como el “Vampiro” o el “Brujo”. Un sepulcro que atemoriza, pero que a diario recibe a decenas de personas que van a pedirle los más estrafalarios favores al finado que, para muchos, es milagroso.
El pacto
En los últimos años del siglo XIX, "Tito", pariente del escritor y político chileno José Victorino Lastarria, desempeñó altos cargos en la ciudad. Roncó en el batallón "Rancagua", que luchó en la Guerra del Pacífico, fue regidor y gobernador de la zona. Incluso habría administrado el cementerio donde hoy descansa no muy en paz.
Las jinetas no le sirvieron para evitar que se levantara un oscuro mito sobre su figura. Se dice que era enfermizamente amarrete y castigador con sus trabajadores, y que toda la fortuna que amasó se la debía a un pacto con el diablo, a quien le prometió almas a cambio de no perder su riqueza.
"Según cuentan en la ciudad, la gente se enteró de este pacto y decidió vengarse. Lo enterraron vivo, encadenándolo a la tumba que se había construido, para evitar que saliera a cobrar venganza. Esto fue en 1903 o 1904", cuenta Drago.
La historia es aún mucho más siniestra. Se dice que cuando caiga la última de las cuatro cruces que quedan en el vetusto mausoleo, el espíritu de “Tito” volverá desde las tinieblas y se llevará las almas de todos los parientes que osaron mandarlo sólo con pasaje de ida hasta el Más Allá.
“Con los terremotos de 1985 y 2010 se cayeron tres de las 4 cruces. Algunos dicen que si se desploma la última el mundo se acabará; otros piensan que “Tito” saldrá en forma de vampiro o brujo”, precisa Drago.
Hace el favor
En la tétrica leyenda también perderían feo los seguidores de “Tito”, pues cobraría venganza de todos los que se han atrevido a rayar su panteón.
Juanito Pino Hormazábal está a cargo del cementerio hace dos años. A toda hora ve llegar gente que le deja flores, velas e incluso monedas. Sólo de a 10 pesos, eso sí. "De malo pasó a milagroso", chacotea el trabajador fúnebre.
“Hay una señora que viene todas las semanas a dejarle flores y velas. Me imagino que tuvo que haberle concedido un favor muy importante”, agrega Juanito.
Se trataría de una veterana llamada Domitila, quien, según Drago, le pidió a “Tito” darle una manito para encontrar unos títulos de dominio para no perder una fastuosa propiedad. “¡Y le hizo el favor!”, exclama el investigador de la zona.
Juanito aclara que son los escolares y las almas rotas o trizadas los que más acuden a "Tito". "Todos los días llegan grupos de escolares a pedirle que los ayude a pasar de curso. Los cabros tienen el mausoleo como puerta de perrera. Lo hemos pintado varias veces, pero al rato ya está entero rayado", añade.
Pero estamos en Chile y no pueden faltar los chistosos o aburridos que tienen la necesidad de plasmar sus ideas en todos lados. Como el perico que le agradece con una finita frase por ayudarlo a salir del clóset. O los tevitos que le imploran ganarse el premio mayor de un concurso de la tele a color. Incluso un fanático de las telecebollas le ruega para que le diga dónde cresta está Elisa, en referencia a la serie nocturna que la rompió en 2009.
Otros que sufren más que Juan Herrera, le escriben escuetas peticiones: "Tito, te ruego que David no me vuelva a cagar".
Y los teteras del diablo también se anotan con las suyas:"Tito, gracias por haberle conocido el ojo a la papa".... "Tito, te pido que no la haya embarrado y que mañana le llegue la regla a mi polola".
La leyenda de Lastarria sigue creciendo. Algunos aún persisten en que cuando caiga la última cruz pocos en Rancagua se salvarán de la venganza. Otros, más optimistas, aseguran que es casi un santo. Lo cierto es que existen varias plaquitas en su tumba que dicen “gracias Tito por favor concedido”.
“Incluso los tres malandrines que alguna vez capturaron al ‘brujo’ se convirtieron en seguidores de ‘Tito’. Le pidieron protección en sus correrías y, según la leyenda, se las cumplió. Nunca más cayeron presos”, remató.
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