Venezolano acusado de matar a su esposa se hizo pasar por loco

"Si no saben nada de mí y no me comunico con ustedes, preocúpense, porque me pasó algo".
La profecía que la operadora de call center Rosa Alejandra Pino Araneda (37) demoró sólo dos meses en cumplirse. En el sexto piso de un condominio de calle Dieciocho, a un costado de su cama y tendida sobre el piso de su depto tipo estudio, la policía encontró a la mujer con evidentes signos de sufrir golpes y estrangulamiento.
La Brigada de Homicidios y la fiscalía Centro Norte dieron en menos de 24 horas con el ciudadano venezolano Jonathan Gámez Guerrero, (36), esposo de Rosa, con quien llegó hace tres meses a nuestro país para buscar nuevos rumbos.
Según las declaraciones de amigas de la víctima, Rosa Pino llevaba a cuestas un historial de violencia. La primera vez que confesó los golpes que recibía de parte de su marido fueron entre finales de agosto y septiembre.
En esa ocasión la mujer llegó con marcas en cuello y brazos. Rosa contó que su marido le pegaba porque creía que por su culpa estaba sin trabajo. "Ella siempre llegaba con mucho maquillaje o con ropa que le cubría todo el cuerpo", relató Abigaíl B., amiga de Rosa.
La magnitud de los golpes fue siempre la misma, pero la mujer, chilena y padres avecindados en Venezuela, siguió aguantando.
Las declaraciones de las amigas indican que fueron tantas las golpizas, que la víctima optó por irse a vivir donde una prima en el centro de Santiago, pero a los pocos días volvió a su casa.
Según consta en la carpeta de investigación, el 8 de octubre la mujer puso una denuncia por un hecho de violencia intrafamiliar ocurrido seis días atrás. En aquella ocasión, Jonathan le dio golpes en la cara y trató de asfixiarla. El examen determinó lesiones leves antiguas.
La fiscalía Centro Norte decretó rondas períódicas en el hogar de Rosa, pero a los pocos días retiró la denuncia. Más aún, la víctima entregó una carta a la conserjería de su edificio, escrita a máquina, indicando que todo fue su culpa y estaba arrepentida.
"Podía haberlo solucionado personalmente, pero tengo problemas de bipolaridad, momento en que actúo sin pensar bien las cosas, y actúo impulsivamente, ocasionando como estos problemas, sin pensar en sus consecuencias", escribió.
El pasado jueves la mujer le contó a sus amigas que estaba angustiada, porque la plata no le alcanzaba. Fue la última vez que la vieron. El conserje del condominio vio salir el domingo a Gámez Guerrero, con una maleta grande.
Durante la tarde de ayer, la Brigada de Homicidios dio con el paradero del presunto asesino. Estaba en un hostal de Gorbea con Avenida España, a casi seis cuadras del crimen. Al ser detenido, se hizo pasar por loco.
"Tengo un chip en la cabeza que está monitoreado por una agencia internacional", repetía a cada rato.
"El imputado no ha cooperado con la investigación y no ha aportado antecedentes" detalló el comisario Gilberto Opazo, jefe de la BH.
El fiscal Ernesto Velásquez indicó que Jonathan no tenía trabajo conocido en Chile, pero poseía una promisoria carrera de modelaje en la república bolivariana. "Al parecer el imputado era modelo de un revista", indicó.
Desde Venezuela, Rómulo Pino, el padre de Rosa, contó que estaba agradecido de la preocupación de las amigas con su hija.
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