El Papa Francisco I ha ganado millones de adeptos en el mundo para el catolicismo, no sólo por su discurso más humanitario y cercano a la gente, sino porque también, como buen argentino de cepa, es un reconocido fanático del fútbol. Y como no, de un equipo santo allende Los Andes, como San Lorenzo de Almagro.

Por ello, vez que puede, le hace ver al mundo entero que su amor por la camiseta azulgrana es de verdura y que no se pierde partido del equipo del barrio de Boedo, menos un clásico ante Boca Juniors, que se disputó hace un par de domingos, y que se saldó con victoria de 1-0 para el cuadro del Papa.

Así las cosas, era de esperarse que el Sumo Pontífice se mandara un nuevo numerito, como el de hace unos meses atrás, cuando no se arrugó para mosquear a hinchas de Boca Juniors en la plaza del Vaticano, tal como lo hizo esta semana con otro pobre fana boquense quien, orgulloso de tener un Papa de su país, le gritó a los cuatro vientos a Francisco I "¡de Argentina!, ¡de Boca!, ¡de Boca!, ché", sin esperar la inmediata respuesta de su santidad, quien le mostró un dedo de su mano derecha recordándole el 1-0 con que su equipo le había ganado a Boca Juniors.