Por Bastián Escalona AmpueroOlvidado y sin dinero: el triste final del hombre que cambió el fútbol para siempre
La Ley Bosman revolucionó el deporte, favoreciendo ampliamente a los clubes europeos y a los jugadores, mientras que el encargado de que este fallo exista, es ignorado por sus pares.

Ad portas de que el Mundial de Clubes llegue a su fin, ya se sabe quiénes serán los finalistas: Chelsea y PSG. Dos clubes de la élite del fútbol en Europa, y algo que se esperaba que pasara, ya que los clubes del Viejo Continente cuentan con plantillas multimillonarias y con los mejores jugadores de todo el mundo.
En la actualidad, cada vez que un equipo europeo se enfrenta a un conjunto de otro continente, el favorito siempre es el europeo, algo pero no siempre fue así. En antaño, cuando se medía el campeón de la Copa Libertadores, con el campeón de la Champions, no era raro que un sudamericano se impusiera. Peñarol, Santos, Racing, Estudiantes, Boca, Flamengo, Nacional, Olimpia, fueron algunos de los elencos que pusieron de rodillas a los gigantes del viejo mundo.
Entre 1960 y 1994, los equipos sudamericanos se alzaron campeones del mundo en 20 oportunidades, mientras que los europeos solo lo lograron en 13 ocasiones, algo que en la actualidad se ve casi imposible.
Un fallo judicial ocurrido en los 90’ fue lo que detonó esta gran diferencia, y que terminó “arruinando” el fútbol sudamericano y rompiendo la escala de precios en la venta de jugadores: la Ley Bosman.
Nivelar la cancha resultó peor
A comienzos de los 90’, los clubes tenían la sartén por el mango a la hora de transferir a los jugadores. El mercado de pases se regía por un contrato leonino, que implicaba que cuando un jugador quería cambiar de equipo, el club al que pertenecía podría bloquear la transferencia o imponer un precio impagable para su salida.
Esto ocasionaba que los jugadores quedaran atrapados en elencos que ya no querían defender, que fue justamente lo que le pasó al protagonista de esta historia, Jean-Marc Bosman.
El jugador belga, tenía una prometedora carrera tras sus primeros partidos. Llegó a ser capitán de la selección de Bélgica Sub 21 y en 1990, a sus 26 años, terminaba su contrato con el RFC Lieja, de su ciudad natal y que militaba en la segunda división del país europeo.

Una vez que su vínculo contractual terminó, al jugador le ofrecieron un nuevo contrato, pero con insólitas condiciones: una reducción salarial del 75%, pero Bosman ya estaba valorando la opción de salir de su país a jugar por otra liga que lo valorara más.
Fue así como surgió la opción de irse al USL Dunkerque, de la segunda división francesa, pero el conjunto belga aún era dueño de su pase, y amparándose en el “derecho de retención”, pidieron una suma millonaria e impagable por el jugador, lo que frenó su salida y lo dejó varado en su pueblo, donde tampoco podía jugar al estar en conflicto con el elenco.
Una situación que ahora parece insólita, ya que Bosman ya no tenía contrato con el club, pero las reglas del juego eran claras: si alguien quería contratar al futbolista, debían negociar con el RFC Lieja.
En su frustración, el jugador belga le contó de su caso al novio de su vecina, quien era parte de un lujoso bufete de abogados, y poco a poco fue escalando hasta que determinaron que había antecedentes suficientes para emprender una batalla legal, alegando que el sistema de transferencias violaba el tratado de Roma de 1957, que valora la cooperación entre los países fundadores del acuerdo.
Además, apelando a que se le estaba negando el derecho al trabajo a Jean-Marc Bosman, junto a los abogados presentaron una demanda en contra del RFC Lieja y a la Federación Belga de Fútbol, y un año más tarde se sumó a los imputados la UEFA, y los sindicatos de futbolistas de Francia (UNFP) y Países Bajos (VVCS) se sumaron a la demanda.

Conforme fue avanzando el trámite, fue cambiando de jurisdicción, hasta que llegó a manos del Tribunal de Justicia de la Unión Europea, donde se debatió intensamente lo que estaba ocurriendo, una instancia que duró cinco años.
Cambió el fútbol para siempre
Durante años, los principales clubes de Europa tenían como base de su plantel a jugadores locales, y se reforzaban con entre 3-5 jugadores de otro país, por lo que los entrenadores debían elegir con cautela quiénes llenarían esos cupos, pero el 15 de diciembre de 1995 el Tribunal de Justicia de Luxemburgo entregó un fallo que remeció el mundo del fútbol.
Se declaró que las reglas de transferencias de la UEFA eran ilegales y contrarias al derecho comunitario, lo que derivó en que cualquier jugador que tuviera el contrato vencido, podría negociar con otro conjunto, sin la obligación de que este trámite pase primero por las manos del ex equipo del futbolista, y además sin tener que pagar.
Pero a esto se le sumó que a contar del fallo, todos los jugadores pertenecientes a la Unión Europea dejarían de ser considerados extranjeros, lo que aumentaría la cantidad de fichajes disponibles, al considerarse jugadores comunitarios. Lennart Johansson, entonces presidente de la UEFA, llegó a decir que era “el fin del fútbol”.
De inmediato se notaron los efectos del dictamen, ya que al año siguiente, en la temporada 96-97 de La Liga de España el número de jugadores no nacidos en el país pasó de 92, a 199. Y dejó una serie de coletazos en el resto del mundo, sobre todo en el fútbol sudamericano, que durante décadas compitió a la par.
Con mayor movilidad entre jugadores, fue inevitable que las jóvenes promesas de Sudamérica emprendieran rumbo a Europa, afectando a los clubes locales, y desnivelando la cancha a favor de los del Viejo Continente.

A esto se le sumó que al haber un mayor poder de negociación entre jugadores y clubes, con el correr de los años el mercado de pases se convirtió en un despilfarro de plata, en el que la burbuja de precios explotó y se pagan hasta cientos de millones en transferencias. A su vez, aumentó la brecha entre los elencos con mayor poder de adquisición y los que no pueden pagar tanto.
El fútbol formativo también se ve afectado de alguna manera por la Ley Bosman, ya que los clubes dejan de prestar demasiada atención en sus canteras, ya que jugadores con las cualidades necesarias los pueden comprar en el futuro.
¿Qué pasó con Bosman?
Mientras que jugadores y clubes se daban cuenta de que este nuevo fútbol podía ser un buen negocio, todos se olvidaron de quién había comenzado todo esto porque no podía jugar: Jean-Marc Bosman.
Durante los años de juicio su prioridad no estuvo en el fútbol, y tras el fallo tampoco pudo retomar su carrera, quedando relegado a quedar en el historia del deporte por la ley que lleva su apellido, y no por sus logros dentro de la cancha.
“Tenía 26 años, lo que representa la cumbre en la carrera de un futbolista. Como digo siempre, ¡hubiera preferido que algún otro futbolista hubiera dado ese paso en mi lugar!”, señaló Bosman en declaraciones recogidas por FIFPRO. Además señaló: “Fue difícil para un hombre solo llevar sobre sus hombros todo ese peso”.

Mientras que los que se vieron beneficiados por esta ley cuentan con millones en sus cuentas, el ex jugador vive con una pensión social, una ayuda mínima que la Federación Internacional de Futbolistas Profesionales le abona cada mes para que pueda subsistir. Años después del juicio se comentó que la UEFA le había ofrecido 40 millones de euros para que desistiera del caso, pero no aceptó.
El abogado Juan de Dios Crespo reveló un desesperado intento del Bosman de reunir fondos hace unos años, en donde propuso que que los futbolistas le donaran el 10% de su salario de solo un mes, pero solo tres lo hicieron.
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