Ni Quena Rencoret se habría atrevido a armar este guión. Claro, porque sólo en los sueños del hincha colocolino la escena ocurría tal como pasó en el Monumental: remontada del Cacique, gol de Esteban Paredes y triunfo en el último minuto.

Qué importaban los rumores del helicóptero. Fue un detalle. La tarde estaba para que el delantero hiciera más grande su leyenda. Bastaba un gol, y la historia indicaba que, independiente de su estado físico, look y el arquero que estuviera en frente, el "7" siempre se las arreglaba para anotar.

En el minuto 63, con sus hijos Esteban y Vicente a un costado de la cancha (lo que estaba hablado en los días previos), el goleador aprovechó un pase de Mouche para vencer a De Paul y poner el 2-1. De inmediato, los pequeños saltaron al césped y abrazaron al papá, ese que llegó a 15 tantos en clásicos ante el Bulla.

¿Su salida de la cancha? Fue a los 75', y la Ruca se vino abajo. Tras el pitazo, el homenaje. Blanco y Negro tenía armada la fiesta, que incluyó una camiseta con el número 216 y un botín de oro, con su nombre y el récord grabados.

Y eso no fue todo: Paredes recibió un trozo de la red del arco donde logró superar la marca de Francisco Valdés, quien justamente le "dio" un mensaje por la pantalla gigante. "Qué orgullo verte con la camiseta 7 con la que debuté en 1961. Ojalá que sigas acrecentando la leyenda. Un abrazo a la distancia", indicó "Chamaco".

Al final, la foto del grupo, tal como si se tratara de un título. "Hay un sinfín de emociones, quién pensaría que el récord se iba a dar en el Superclásico. Les doy las gracias a todos los compañeros que estuvieron a mi lado, hoy tengo a este equipo tan humano, tan hermoso, tan humilde. También es un halago para ellos", indicó.

Luego, el "7" destacó el rol de su familia y avisó que el futuro lo decidirá junto a su esposa e hijos. Claro que más tarde agregó que "la meta está cumplida (...) Ahora a disfrutar y luchar por lo que resta del campeonato y de mi carrera. ¿O un añito más?". El mensaje lo acompañó con unos ojitos picarones y una sonrisa. Cuando el río suena...