El doctor Gregory House está cambiado. Ya no le refuta nada a su jefa, la Dra. Lissa Cuddy; visita a sus pacientes, se preocupa por darles opciones de vida y casi no se mete en la vida de sus doctores... Señores, ¿estará la vida de "Doctor House" ha llegado a su finx?x
En la séptima temporada, que acaba de partir por Universal, House está enamorado y las feromonas lo tienen caminando sobre algodones.
Tras comenzar un romance con Cuddy, el cual se desató luego de años de tensión sexual no resuelta, se le ha embolinado la cabeza transformándolo en un ser normal, amable y común… Casi desagradable para los que seguimos con avidez los sarcasmos de House.
Cuando un personaje cambia su esencia, ya sea por su propio bien o por el de los demás, la serie comienza a encaminarse a su final natural. Los seguidores de House le han sido fieles porque aman su deslealtad con el enfermo y enorme franqueza a sus obsesiones.
El hecho que escarbe en la vida de quienes lo rodean, mienta y manipule, lo hace exquisitamente deseable, como un chocolate en período de dieta. Y el dolor constante en su pierna y acidez de su espíritu, lo vuelven completamente humano.
Pero en los dos primeros capítulos de la actual temporada, House está hecho un algodón de azúcar, si hasta rosa se ve. Se ha vuelto amable y poco curioso. Privilegia su vida personal ante su trabajo. Ya no hace triquiñuelas sólo por salirse con la suya.
Si bien el guión sigue siendo envolvente y los casos médicos no dejan de impactar, los primeros 90 minutos de la serie provocan taquicardia ante el temor del final...
Sin embargo, House es House, ni el amor ni las cosquillas en la panza lo van a cambiar y tras ser quien no es, en el último tramo del segundo capítulo aparece el verdadero yo de Gregory que entrega la seguridad que serie hay para rato.
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