Billy Idol en el Movistar Arena: Una gran noche que demostró que la actitud no envejece
A días de cumplir 70 años, el ícono británico convirtió el recinto en una celebración electrizante donde mezcló clásicos, nuevas canciones y una conexión emocional que confirmó por qué su espíritu sigue intacto.
Billy Idol se instaló en el Movistar Arena como una prueba irrefutable de que el tiempo podrá convertir a los viejos rockeros en abuelos, pero jamás les arrebatará la actitud ni la fiesta que eso acarrea.
Al borde de cumplir 70 años, sin duda que el músico británico encarna un espíritu que no se oxida.
En él aún persiste una mirada intrigante, mientras que no tiene problemas para mantener los puños en alto, extender la complicidad con el público o hacer gala de una voz que, sin mantener la misma vitalidad de antaño, conserva la aspereza característica que lo convirtió en un emblema del rock.
Toda esa energía, intacta pese al paso de las décadas, también fue el hilo conductor de una noche en la que el cantante equilibró pasado y presente con sorprendente naturalidad.
Desde su impulso inicial, Idol instaló de inmediato una entrega poderosa que también marcó el tono de un concierto donde fue clave el aporte de la banda que lo acompaña.
Ahí estuvo la guitarra inmortal de Steve Stevens, quien incluso se da el tiempo de rememorar su icónico tema de Top Gun en medio de uno de sus solos. O el apoyo de Billy Morrison, que sacó aplausos al terminar el show con una camiseta de la selección chilena. Basta decir que todos en el equipo se sienten muy compenetrados con la idea y la necesidad de hacer espectáculo.
Ante ese panorama, el recital abrió con “Still Dancing”, el single de Dream Into It, su disco más reciente, donde reúne new wave, punk rock y glam rock para relatar temas que reflejan su propia biografía.
Esa canción, que comienza la jornada de forma energética, también funcionó como una declaración de principios: Billy sigue encendiendo arenas completas. Y la ubicada en el Parque O’Higgins fue una muestra tangible de aquello.
En el camino también se sumaron otras nuevas composiciones -como la vibrante “Too Much Fun”-, las cuales fueron integradas con soltura en la narrativa del show. Y ciertamente el público recibió esos nuevos temas con entusiasmo, ya que también reflejan a un artista que, lejos de vivir del pasado, disfruta la tarea de seguir ampliando su legado.
Sin embargo, la senda inevitablemente llevó hacia lo que todos esperaban. Y es que Billy Idol, como buen rockero que conoce a su gente, no tardó en girar hacia los rincones más reconocidos de su catálogo.
“Cradle of Love” desató el primer estallido colectivo de nostalgia, seguido por uno de los grandes momentos de la jornada: una emotiva y sólida interpretación de “Eyes Without a Face”, una canción imperecedera que fue recibida con puños en alto y coros dedicados.
El viaje retro alcanzó otro punto celebratorio con “Mony Mony”, el cover que se convirtió en su único número uno en el Billboard y que transformó al recinto de Santiago Centro en una fiesta. Una que se escucharía con fuerza en varias ocasiones más.
Entre la gala de clásicos, otro momento destacado fue el espacio reservado para un potente cover de “Gimme Shelter” de los Rolling Stones, el cual incluyó la destacada participación de una de las coristas. En un momento, literalmente se robó la película.
En paralelo, el repaso a la historia también incluyó un guiño a los orígenes punk de Idol en Gen X, con una “Ready Steady Go” que fue recibida con vítores por la audiencia, antes de volver a encender motores con el hard rock feroz de “Rebel Yell”, uno de los momentos más intensos de la noche.
En la última parte de la jornada, la leyenda apeló directamente a la memoria emocional del público.
Ese temazo llamado “Dancing With Myself” levantó una ola de euforia colectiva, mientras que “Hot in the City” y “White Wedding”, dos de los pilares de su debut solista, cerraron la jornada con la vibra new wave que marcó los inicios de su carrera.
La gente, especialmente en el último tema, se entregó por completo, siendo este el corolario de una noche en la que los presentes respondieron constantemente con una energía a la altura del ícono que tenían frente a ellos. Y por eso el coro de “Olé, olé, olé, olé, Billy, Billy” se escuchó varias veces durante la noche.
En respuesta a aquello, Idol también se mostró emocionado por la conexión y los gestos recibidos. De ahí que, en el cierre, antes de agradecer a sus músicos acompañantes, se dirigió directamente a los presentes.
“Muchos de ustedes vienen de Chile, pero gente viene de todo el mundo para este concierto. De dónde seas de este mundo, de una u otra forma, tú has ayudado a hacer que mi vida sea fantástica”, dijo emocionado. “Ha sido grandioso escribir estas canciones y quiero agradecerlos por hacer de mi vida tan jodidamente grandiosa. ¡Gracias!”.
Como reflejo de esas palabras, Billy Idol demostró cuánto disfruta esa vida fantástica. Y por eso sobre el escenario dejó en claro que no solo mantiene la actitud: la contagia.
De ahí que su concierto en el Movistar Arena fue prueba de que, aunque el tiempo avance, hay artistas que siguen vibrando con la misma intensidad con la que cambiaron las reglas del juego.
Y Billy Idol claramente no solo sobrevivió a esa época. En el Movistar Arena demostró que sigue bailando sobre ella. Y el público, agradecido, baila con él.
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