Celine Reymond, modesta —tal vez demasiado— no sabe por qué la eligieron a ella para ser la protagonista. “No sé si yo era la primera opción, porque yo no tengo tantos públicos”, dice, “tantos seguidores ni estoy en la tele: no soy tan famosa como otras personas”.

Como sea, para su sorpresa o no, Reymond interpreta a “Leila Halabi”, la protagonista de la recientemente estrenada audioserie El último palestino —disponible en Spotify y Apple Podcast—, que tiene como escenario la devastación real en Gaza.

“Leila” es una chilena de origen palestino que se entera de que su familia allá fue asesinada en un bombardeo y sólo sobrevivivió un niño, Abed Halabi. En esta ficción, edecide viajar en busca de su sobrino, con todas las dificultades y peligros que implica esta odisea, enfrentándose a checkpoints, a la tensión permanente en el pueblo de Qalandia —entre Jerusalén y Ramallah—, y a los interrogatorios y detenciones arbitrarias por parte de fuerzas israelíes para cruzar fronteras.

La odisea de Celine

La historia abarca seis capítulos de unos veinte minutos cada uno, y tiene un elenco compuesto por Pancho Melo, Ramón Núñez, Tito Bustamante, Loreto Valenzuela, Vanessa Miller, Matías Oviedo, Ramón Llao (director), Isabel Baboun, Ricardo Meruane, Denisse Nazal, Alejandro Trejo, Nico Zárate, Amaya Forch y Carolina Paulsen. Incluso, haciendo de sí mismo, tiene una participación el español Carlos Bardem.

—¿Cómo es “Leila”?

—“Leila” una mujer muy estilo como la Elizabeth Kassis, por los dos lados palestina-chilena, pero con una conexión muy fuerte porque su familia es de allá (pero de 40 y tantos años), ya está en su segundo matrimonio, es una mina que tiene como las cosas como “resueltas”. Pero no tanto porque se ofrece y parte a buscar a este niño a Gaza en la época que todavía se podía entrar con “coyotes” a Gaza (ya no); y muy ingenuamente, sin imaginarse que esa huevada iba a ser casi imposible. Lo lindo es esa especie de inocencia, de pensar: “Ah, ya, iré, me lo voy a traer pa’ acá, lo voy a adoptar...”. Una cosa de persona bien pensante.... Y encontrarse con el mal del sionismo.

—¿Tu abuelo es palestino?

—Mi abuelo, que no es mi abuelo de verdad...

—¿Pero fue el que crio a tu mamá?

—Crio a mi mamá y sus hermanitos. No es mi abuelo de sangre, pero no porque mi abuelo sea palestino yo apoyo a los palestinos, porque, de hecho, creo que a cualquier persona lo que se nos alimenta y nos cuentan es que las únicas víctimas posibles son los sionistas. Y eso no es verdad.

—Siento que se ha caído un poco ese relato, ¿no?

—Eso yo creo que es por lo único que ha valido la pena este gran masacre: se cayó la venda de esa ocupación.

—¿Incluso ha surgido una suerte de “antisemistimo”?

—Es que está mal usada esa palabra: hay una especie de antisionismo, porque los semitas son los palestinos. Los otros son polacos, ucranianos, rusos, alemanes, europeos... Los judíos son una religión, no una raza. Hay toda una cosa ahí que tiene que ver con una manipulación que me interesa mucho descubrir y entender bien. Todos los judios venían de distintas partes y tienen una religión en común, y la cultura que tiene común es el sionismo.

—Pero no todos son sionistas, ¿o si?

—¿Los de Israel? El 90%. Las encuestas lo dicen, no yo. Haaretz, el periodico más antiguo de Israel, acusa el sionismo. Es interesante ver que dentro de Israel hay gente que es despierta y entienden estas maquinaciones.

Y luego, la ex-Primera Dama se corrige a sí misma: “Adentro de ‘Palestiana ocupada’, perdón”.

En 1948, posterior a los horrores de la Segunda Guerra Mundial, se declaró la indepencia de Israel en Palestina, dividiéndose este territorio en dos partes, dándose por iniciado un choque que persiste y se profundiza hasta hoy con una invasión impulsadas por el gobierno de Benjamín Netanyahu

Rutina palestina

Sobre su sorpresa de haber sido considerada para el papel principal, Reymond dice que esa sensación se debe a que actualmente está fuera de la tele —siendo Secretos de familia (Canal 13) su papel más reciente— y la cantidad de cibernautas que manejan en sus redes sociales, inferior a otros colegas:

—Importan bastante los seguidores —lamenta—. Yo tengo como 17 mil. Nunca me acordé de la password de mi otro instagram (tenía como 60.000) y ahora no puedo entrar a ese, entonces tengo que tener el otro.

Y además cuenta:

—Nunca había hecho una audioserie, sólo hice la voz de Gabriela Mistral en Poema de Chile (¡fantástico!) —cuenta—; pero una audioserie, nunca, ¡y me encantó!, y quiero hacer más.

—Entiendo que la serie está pensada para tener otra temporada.

—Sí, todo depende. Me encantaría que se explicara el arrojo de “Leila”, que creo que viene de algo que pasó en su familia hace decenios, en los años 50 o 60, porque muchas familias palestinas llegaron a Chile en esa época, después de la Nakba del 67. La familia de mi abuelito llegó en 1909, cuando no existía Israel; era otro mapa.

—Grabaron la serie en sólo cuatro días, ¿por alguna razón?

—No tengo idea, pero fue súper intenso. Algunas escenas eran grupales, y por eso todo el estudio estaba microfoneado: era muy bacán, te podías mover, estaba la mesa, estaba el plato, la silla y todo. Yo soy más de podcast de investigación, no de ficción. Y esto era el “antipodcast”: pisarse todo el rato los textos, pelear, ser sucio, ser más intenso y real. Me pareció muy fantástico.

Un dato no menor de esta trama —escrita por Simón Soto, de Matadero Franklin— es que el sonidista a cargo fue Mohamed Yagui, quien trabaja en Gaza, por lo que los ruidos que se escuchan en la historia son reales, o sea, registrados durante estos años de la zona en cuestión.

—Él está haciendo un archivo sonoro para la Humanidad. Registra los matrimonios, los bombardeos, la lluvia, los gritos y la vida de Gaza: lo terrible del genocidio y también el día día. Como son tan resilientes y elegantes los palestinos, se casan y hacen fiestas igual. Ya están acostumbrados. Gaza está poblado en su mayoría por refugiados que llegaron de otras partes de Palestina, entonces ya están en un lugar que no es de donde vinieron sus abuelos: generaciones de despojados. Tienen que encontrar alegría y algo normal. Por eso las palestinas tienen tantos hijos, porque hay que seguir viviendo. Los palestinos tienen que seguir existiendo y reproduciéndose.

La (no)activista

Al revisar sus redes sociales, el diario pop se percató de que no cualquiera puede entrar a su instagram, sino que hay que apretar “Seguir” esperar su autorización.

—¿Por qué tienes tu cuenta privada?

—Porque no quiero que me molesten los sionistas.

—¿Y te han dicho algo?

—Sí, me han escrito cosas.

—¿Qué?

—Insultos

—¿Y respondes?

—A veces respondo, y a veces sólo lo leo, le saco un pantallazo y es mi prueba de que estas personas no tienen humanidad.

Reymond cuenta que en dos ocasiones ha estado en esas tierras, la última de ellas en el 2019, cuando quiso llegar a Belén. Aquel viaje la marcó bastante, por ejemplo: “Me remeció estar en una playa con un tipo con zunga y metralleta”, recuerda: “Ellos dicen que son judios, pero son personas muy musculosas, con zunga y metralleta, y la palabra ‘palestino’ no existe casi; no puedes decir ‘palestino’, tienes que decir ‘arabe’, que son sinónimo de guácala”, y comenta: “Siempre ha sido así”.

“La gente con la que yo estaba encontraba que los palestinos eran unos gusanos”, añade, y luego plantea que “el sionismo no es sólo contra los palestinos, es una manera de pensar que eres superior”, o sea, según dice, “es una manera de ver el mundo”.

“Todos somos muy empáticos con el Holocausto​ y con el sufrimiento judío”, reflexionó, “y eso me tocaba de una manera muy especial, de hecho, de repente tenía discusiones con mi abuelo de eso, y encontraba: ‘pobre pueblo judio’”, hasta que “después entendí que el Holocauso no tiene nada que ver con la ocupación de Palestina”.

A su juicio, “‘Palestina ocupada’ es una manera de Occidente de tener el control de esa de esa zona geopolítica”, y evidencia: “El tema es que habían personas ahí viviendo; no puedes construir ahí una sociedad que, aparte, participa de la Eurovisión y de la Eurocopa: obvio que son europeos, ¡basta! Hay que que empezar a hablar las cosas como son”.

Y Reymond, para que no queda duda, aclara por si acaso: “Soy anti genocidio como cualquier persona que le corre sangre por las venas. He estudiado y me he dedicado como a entender bien porque es algo que siento que lo puedo ver, que creo que hay que sanar en el mundo”.

—¿Cuándo surgió este involucramiento más profundo?

—De siempre, porque, por ejemplo, en el 2008 yo estaba estudiando árabe.

—¿Y de manera más crítica?

—Es que antes no cachaba nada, era de manera mucho más romantizaba, romantizaba todo y no sabía nada, y ahora entiendo mucho mejor cómo están construidas las cosas, de una manera su súper injusta para los palestinos.

—Dijiste en otra entrevista que no quieres que te definan como “activista”, ¿por qué?

—No soy activista. Es que yo no soy buena para hablar, no estudié en la universidad ni siquiera, no soy universitaria, no soy una persona que tiene como la las credenciales para estar dándomelas de activista. El activismo creo que es algo muy serio, y yo no soy activista, soy sólo una ser humana con un pensamiento que se ha transformado en crítico, porque me he puesto las pilas; pero creo que todo el mundo lo debería hacer, para entender bien; estamos alimentados por una cosa que no es totalmente real.