“Queremos ser universales... Para quienes nunca han tenido una ventana, el teatro es esa ventana”: Felipe Castro y su trabajo en el Teatro de las Artes de Panguipulli

Cuando Felipe Castro -quien se hizo conocido en teleseries como Bellas y Audaces, Adrenalina o Cerro Alegre- llegó a Panguipulli con la certeza de que el teatro puede florecer en cualquier lugar donde exista anhelo de comunidad, no había un “teatro” propiamente tal. Comenzó llevando a cabo funciones en una casona cultural, gimnasios o colegios.
Más de un década después, el actor, productor y dramaturgo sigue trabajando con el mismo ideal y ganas en la comuna de la Región de los Ríos. Pero ahora con un escenario de tanta calidad como el Teatro Educativo de las Artes de Panguipulli; y una lista de proyectos a cuestas, llevados a cabo con cariño y éxito, obras como El Misterioso Reino de las Diatomeas, El Vapor Enco, Una Travesía Infinita o El Riñiguazo.
“Conocí a personas de la Corporación de Adelanto Amigos de Panguipulli y juntos comenzamos a desarrollar proyectos, hasta que creamos la ópera Malén, y ese proceso fue el detonante para impulsar finalmente un teatro”, recuerda Castro, encargado de contenidos y lineamientos de la entidad cultural. “Era una respuesta a una demanda: un espacio digno, bello y contemporáneo para mostrar el increíble talento de niñas, niños y jóvenes”, comenta.
“No hay una sola cabeza. Con Pamela Calsow, directora de TEAP, los productores Ricardo Zavala y Astrid Muñoz, el director ejecutivo de la corporación, Santiago Claude, y muchas otras personas, construimos la programación con un sello que busca el desarrollo socioemocional, el pensamiento crítico y la creación artística. No hacemos teatro únicamente para la comunidad, sino con la comunidad”, detalla.
En su hoja de ruta, el realizador tiene más creencias que son clave para su gestión cultural. “No ofrecemos un servicio, generamos un vínculo. El teatro actúa como un espejo de la realidad, reflejando alegría, tristeza y rabia, lo que nos ayuda a ser mejores personas”, afirma.
Otro de sus preceptos es “buscar la excelencia incluso en la desafinación. No queremos grandes actores o músicos; queremos mejores personas. En el escenario siempre nos equivocamos, pero incluso en esos errores reside la excelencia artística. Queremos lo mejor de nosotros mismos sobre el escenario”.
En especial, claro, está el formar comunidad. “Queremos ser universales, no sólo para personas con discapacidad, sino también para quienes están solas, para quienes nunca han tenido una ventana. El teatro es esa ventana: un lugar donde se vive una experiencia que se atesora para siempre”, concluye Castro.
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