Más triste que teleserie venezolana es la historia de la pequeña zorrita chilla Luna, de apenas dos añitos. La pobre peluda fue atropellada y quedó pat’e laucha.

Pese a la tragedia, la historia del animalito no terminó en una carretera de Melipilla, pues fue rescatada por unos fox lovers que la encontraron a punto de irse al cielo y se llevaron de urgencia al veterinario.

La situación no era nada alentadora para Luna: tenía las patas traseras destrozadas y nunca más podría volver a caminar con normalidad.

La cosa no se podía poner más oscura para el animal típico chileno, porque lejos de algún tratamiento médico la receta fue un pasaje directo al patio de los callados.

Cuando todo estaba perdido para Lunita, uno de los animalistas la llevó al Centro de Rescate del Museo de San Antonio, donde el amante de los animales Alejandro Quezada le prestó ayuda y se resistió a que le pusieran la inyección que le apaga la tele para siempre.

“No podía caminar, pero era alegre y entusiasta, yo me negué a que la durmieran y comencé a cuidarla personalizadamente, para que se alimentara y saliera adelante”, contó el corazón de oro.

SILLA

La segunda patita de la rehabilitación llegó después, de la mano de una institución veterinaria que se dedica al tratamiento de perritos que no pueden caminar.

Así le tomaron las medidas y en dos meses la zorra ya tenía su propia silla de ruedas, a la cual se adaptó de a poco.

Fue una nueva inversión la que finalmente hizo que Luna caminara, pues en una operación le cortaron las patitas de atrás para que se suba sin problemas al sillín, el cual hoy usa con total naturalidad para desplazarse.

“Es imposible que regrese a su hábitat natural, pero al menos con la silla de rueda puede desplazarse y nosotros le dejamos alimento para que lo caze por sí misma y así no pierda sus instintos”, explicó Alejandro.

Hoy la pequeña zorrita vive en San Antonio en el centro de rescate, pero aún no es completamente dócil ya que no está ni ahí con las fotos ni menos con que le hagan cariño.