Un verdadero pecado mortal fue el que cometieron los peluqueros que trabajaron con las personas que te vamos a presentar.

Es que el cliente puede tener una preferecia y hacer sus propias sugerencias, pero el que sabe es el estilista y debería tener algo que decir, por último para cuidar su reputación.

Pero no, la cosa no es así y, como todos sabemos, el cliente siempre tiene la razón, aunque esté tremendamente equivocado.

Bueno, por último son ellos los que andan por la calle con esos engendros en sus cabezas, y en uno el que no puede aguantar las ganas de reirse con tanto mal gusto andando por la calle.