Bayron Fire tiene razón
“El hombre se frustró al notar el punto ciego de La Junta: su confusión entre medir y comprender, entre éxito y sentido”.
Pucha que me cae bien Benjitalkapone. Acabo de ver cómo barrió con las tres categorías dedicadas al mambo en los Premios LaJunta, y cada uno de sus discursos de aceptación causó grietas en el protocolo de la ceremonia. En el primero fue breve y atravesó el ritual de ganar restándole dramatismo. En el segundo, sin mala leche, supo reírse del premio bromeando con que pagó para conseguirlo. Y al tercero, simplemente desarmó el sistema sin criticarlo con palabras, sino desde su comportamiento, al tratar de ceder el triunfo a otros.
Benjitalkapone estuvo dispuesto a transferir su premio al mejor artista mambo. “Tres son mucho. Yo esperaba que fuera pa los cabros”, dijo, mirando a sus colegas, en un momento de ética comunitaria espontánea, ajena al guión de los organizadores. Mientras el relato de LaJunta fue siempre industrial, con la repetición incesante de los logros cuantificables de los artistas nominados, Benjita introdujo el criterio opuesto: reparto, escena, relevo. Su salida de libreto fue tan grande que el propio JC Rodríguez le dijo: “Me estai dejando la cagá”.
Con oficio, el experimentado animador encauzó el gesto de Benjitalkapone, permitiendo que la gala en vivo absorbiera la ruptura sin cambiar sus reglas, pero aun así fue un momento de caos. La vida misma entrando a un dispositivo tan rígido como unos premios de la industria musical, haciendo que por unos minutos adquieran un nuevo sentido político y cultural mediante la destrucción de su protocolo y el cuestionamiento en pantalla de su lógica. Lo de Benjita fue un jaque mate: cuando todo se mide sumando, nadie sabe qué hacer cuando alguien dice basta.
En la vereda opuesta, Bayron Fire me cayó pésimo cuando se amurró por no ganar como mejor artista de mambo. Incluso se negó a hablar con JC Rodríguez luego del triunfo de Benjitalkapone, quien pocos días antes había sido muy elogioso con él. Bayron luego subiría un video en Instagram retirándose tempranamente de la ceremonia y justificando su enojo en base a números y logros con los que creía segura la victoria. Ahí me di cuenta de que su idioma y el de LaJunta son el mismo, y con el paso de la noche, terminé convencido: Bayron Fire tiene razón.
Durante toda la ceremonia de los Premios LaJunta, la prioridad fue clara y consistente. Se habló de charts, de impacto internacional, de números como sinónimo de valor, de los palos. Incluso la entrega del reconocimiento más importante de la noche, el premio al artista del año otorgado a Kidd Voodoo, fue justificada con sus 12 Movistar vendidos. El emisario que recibió la estatuilla a su nombre no dijo nada respecto a la música como arte, sino que hizo un discurso empresarial sobre el crecimiento del equipo de Kidd Voodoo y la creación de cien puestos de trabajo.
Fue una noche dedicada principalmente a lo que rinde, lo que escala, lo medible. Bayron Fire desde temprano también lo entendió así, y su molestia deviene de una legítima expectativa de que las reglas se cumplan. Si LaJunta y sus derivados educan a la escena en que el mérito se define por rendimiento, entonces tiene sentido exigir coherencia con ese criterio. Bayron Fire reclama desde la misma lógica que LaJunta validó durante horas, y yo entiendo su confusión porque, si bien hubo un jurado, sus decisiones siempre fueron argumentadas desde lo cuantitativo.
Por un lado, Benjita no compra del todo el relato de la premiación, así que lo desarma desde el gesto. Por otro lado, Bayron Fire cree en ese relato al pie de la letra y choca contra su arbitrariedad. Pese a su distancia, acá está lo interesante: Benjitalkapone y Bayron Fire no están en bandos opuestos. Los dos exponen la narrativa de los Premios LaJunta. Uno porque rompe su molde y el otro porque lo toma demasiado en serio. Ambos dejan en evidencia el mismo vacío argumental: la organización no puede explicarle su derrota a Bayron Fire sin contradecirse.
Yo me entretuve viendo los Premios LaJunta, pero nunca entendí bien qué chucha estaban premiando. Sentí que tenían una confusión esencial porque “el más” no necesariamente es “el mejor”. Al final fue una noche de simulacros: un ranking musical disfrazado de premiación, métricas camufladas de deliberación cultural, mercado haciéndose pasar por escena. Y cuando hubo que justificar una decisión incómoda, el relato se desarmó porque nunca estuvo construido sobre la música, y eso se notó especialmente cuando los artistas tomaron la palabra.
Intervenciones como la de Marlon Breeze hablando de procesos y del colectivo, o la de Soulnastyy haciendo aparecer el territorio al mencionar su origen nortino y la travesía de los artistas de región, me llenan de esperanza. No es que este movimiento carezca de conversación sobre arte y cultura. Es que los Premios LaJunta, en su intento de representar a este movimiento, decidieron prescindir de esa conversación para reemplazarla por otra sobre estadísticas y rendimiento. Pero hay una buena noticia: ahora es más evidente que nunca que ese lenguaje ya no alcanza.
Por eso Bayron Fire tiene razón. El hombre se frustró al notar el punto ciego de La Junta: su confusión entre medir y comprender, entre éxito y sentido. Esta polémica no importa tanto como el lugar donde aparece: en una premiación que aspira a ser grande, pero tambalea al sostener su relato, y que deja las cosas más lindas de la música (que siempre son inexpresables en cifras) fuera de su encuadre. Más allá del berrinche por ego, yo acá veo el límite de un lenguaje que busca ordenar las complejidades de una escena usando solo sus resultados.
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