Por Guido Macari MarimónCómo afrontar la muerte de una mascota o animal de compañía, según una reconocida experta en duelo
La tanatóloga mexicana Gaby Pérez Islas remarca que “no hay vacuna contra el dolor”, pero entrega una serie de consejos y reflexiones para sobrellevar el proceso.

Gaby Pérez Islas (59), reconocida tanatóloga méxicana, entrega algunos consejos y recomendaciones sobre cómo afrontar la muerte o pérdida de una mascota o “animal de compañía”.
La estudiosa sobre la muerte y los procesos en torno al duelo (@gabytanatologa), y ahora autora del libro de Tu huella en mi vida (Diana, 2025), analiza en entrevista con La Cuarta el camino que implica el dolor de dejar partir a un animal, ya sea perro, gato o de alguna otra especie, desde el momento en que envejece, tiene una enfermedad o sufre un accidente; hasta la decisión de adoptar a un nuevo animal; y cómo convertir la pérdida en un grato recuerdo.
Ante la muerte
—¿Un consejo para empezar a preparar el duelo de un animal viejo o que ya está enfermo?
—Eso sucede y se llama “duelo anticipatorio”, porque si nosotros estamos ya viendo venir que se está haciendo mayor, que esto va a desembocar en la pérdida de la vida, o que ya no es el de antes, en lugar de sufrir cada momento, hay que decir: “Pero todavía está”. Ni un minuto antes de que su corazón deje de latir, tenemos que empezar a duelarlo: hay que verlo, aceptar las cosas como son, atenderlo y estar con él lo más posible, para el día de mañana tener la satisfacción del deber cumplido, que es algo que te saca del duelo. Entonces, en lugar de verlo con angustia y ansiedad, que sea un recordatorio de que cada día cuenta y hay que disfrutarlo.
En Tu huella en mi vida, Pérez aborda en uno de los capítulos cuáles son las señales para llegar a la determinación de que de una eutanasia o “buen morir”, siendo problemas de movilidad o falta de ganas de comer algunas de las más decidoras.

—¿Es mejor estar o no cuando el animal es dormido por el veterinario?
—Es un momento muy fuerte, pero es el momento en que nos necesitan, y yo creo que hay que estar, hay que tomarle su patita, acariciarlo y mirarlo a los ojos hasta que se cierren: hay que estar ahí para ellos, porque creo que esa lealtad de nuestra parte es muy agradecida, porque si tú estás ahí, tranquilo y amoroso, pues sinceramente le darás paz, porque ellos presienten, ellos sienten lo que tú estás viviendo. Me parece que definitivamente: estar, porque es la vida, no es algo impresionante, ¿sabes? No es una escena de crimen: es un sueño profundo en que se va entregando, se suelta y puedes ver que ya no sufre, que ya no padece nada.
—¿Algún ritual recomiendas para iniciar el duelo?
—Creo que uno de los más eficientes, que funciona muy bien, es hacerle un homenaje, que puede ser enmarcar una fotografía, o su plaquita, y escribir algo para ponerlo en un cuadro, y lo siguiente: “Honro el lugar que ocupas en mi familia”, no en pasado: la muerte acaba con la vida de un ser, pero no con lo que sentimos por él. Entonces, “tú siempre ocuparás un lugar en mi familia”. Yo tengo un cuadro de la primera perra que tuve ya en la familia que yo había formado, con mi marido y mis hijos, una labrador preciosa; y cuando murió, puse su fotografía y su plaquita, escribí eso, lo enmarqué y está colgado en mi entrada. Ahora tengo otro perro. Me tomó un tiempo, hasta que estuve lista y sentí que tenía amor para dar. Está colgado ese cuadro en mi casa y siempre es como: “Tienes un lugar en mi familia, en mi recuerdo”, y lo tiene también en Tu huella en la mía. Ese homenaje ayuda a tranquilizarte porque vas a agradecer su paso por tu vida.
Iniciar el duelo
En el mismo libro, en una de las páginas se menciona el proyecto Ley Duque, el cual empezó su tramitación en el 2024, y hace un par se semanas fue aprobado por la Cámara de Diputados, y ahora falta que pase por el Senado. De no haber mayores contratiempos, esta iniciativa establecería un día de permiso laboral remunerado en caso de la muerte de una mascota o animal de compañía, y además indicaría que el trabajador debe devolver la jornada dentro de los 90 días siguientes al uso de esa jornada.
—¿Qué opinas del proyecto de Ley Duque?
—Me parece que es un avance que estamos caminando en torno a visibilizar este tipo de duelo y este proceso; pero me parece más un día administrativo para trámites, para enterrar a tu mascota o cremarla, más que para realmente vivir la ausencia, porque eso tomará tiempo. Me gusta pensar que esta es la primera de muchas acciones que se tomarán. Entiendo la complejidad del tema para que no se mal use este día. Pero es un día nada más para solucionar los temas que hay que hacer cuando sucede la muerte de un animal de compañía.

Sin embargo, la entendida sobre muerte y duelo, destaca que es su valioso primer paso:
—Ojalá sea el principio de una cultura del duelo al respecto de brindarle al trabajador muchas más herramientas para que pueda trabajar su duelo. Considero que Tu huella en mi vida podría ser un libro que tuvieran las empresas a manera de biblioteca circulante para prestarlo a quien lo necesitara, o recomendarles un podcast, como Después de la pérdida, para que haya más herramientas y se pueda trabajar el duelo.
—¿Consideras importante que exista un día de duelo? ¿O hay medidas más relevantes?
—Es que ese día es indispensable
—¿Y se puede hacer el duelo dentro de la rutina?
—Sí, yo soy una una persona que cree que no tienes que parar todas tus actividades para vivir el duelo. El duelo tomará tiempo, pasarás por diferentes etapas y se puede hacer simultáneo a estar trabajando. Pero ese día que se concede es fundamental porque la pérdida nos desorganiza, es como un golpe que acabas de recibir, un sartenazo en la cabeza y te quedas resonando. Ese día es importante para estar con tu familia, pasarlo juntos y reorganizar un poco tu estructura antes de continuar. No podemos hacer como que no pasó nada ni hacer del duelo por la pérdida de un animal de compañía un duelo silente, sin apoyo social, porque entonces lo volvemos todavía más doloroso.
—¿Cuánto tiempo detener la vida tras esa muerte?
—Es muy personal. No me gusta hacer una fórmula, tipo la muerte de una madre/ un año, la muerte de un hijo/ dos años o la muerte de una mascota/ seis meses. Depende de quién era para ti ese ser qué perdiste: ¿Qué perdiste al perderlo? A lo mejor era tu familia escogida, tu único motivo por el que despertabas todos los días, o lo que te mantenía anclado a la vida. Entonces el duelo es algo personal. Usaste una expresión fuerte para un tanatólogo: “detener la vida?”; y es muy interesante porque la vida no se detiene, y eso te lo enseña un tanatólogo. Tienes que aprender a seguir adelante, a recoger los pedacitos de tu corazón, seguir adelante e ir viviendo el duelo, como en gerundio: sanando y viviendo al mismo tiempo.

—¿Un un momento hay que forzarse y decir: “Tengo pena, pero tengo que retomar la rutina”?
—No me gusta pensar que queremos callar la tristeza, pero hay que aprender a darle un espacio en nuestra agenda a la tristeza: un rato en el que escribas, en el que leas o en el que escuches. Ese es tu rato del duelo, para que tus emociones sepan que van a ser vistas, y que no tienen que explotar en una junta del trabajo porque no les has dado salida.
—En Tu huella… dices “permítele a tu cuerpo y mente vivir el dolor”; pero también, en concreto, sabemos que nuestros animales suelen vivir menos que nosotros… ¿Eso hay que considerar eso en el duelo?
—Es que tú lo piensas claro, pero la mayoría de las personas no. Eso deberíamos decirle a un niño cuando adoptamos a una mascota: “Su vida es más corta que la de los humanos y, si estamos dispuestos a vivir ese dolor, vivamos este amor”. Pero parece que se nos olvidara, en nuestra fantasía de ser eternos, y de que los seres que amamos estarán siempre ahí para nosotros, esto se nos va de las manos. Conviene tenerlo claro, porque pasará, y en el mejor de los casos, porque para un animal es terrible que su humano muera, ¡terrible! Lo digo desde las hormigas hasta los elefantes; ellos tienen conductas de duelo, de cierre y de despedida, que son muy impactantes. Hay que estar conscientes; pero no por el hecho de que sepas que va a pasar duele menos. No hay vacuna contra el dolor.
Complejidades del duelo
—¿Cambia el duelo cuando el animal se pierde o muere de manera abrupta, por ejemplo, en un accidente?
—Tiene una un grado de complejidad mayor, porque cuando es un una muerte repentina (que a veces es la mejor muerte para quien se va, pero la peor para el que se queda), se activa mucho la culpa, rebobinas lo que pasó una y otra vez como buscando dónde estuvo el error, y querer cambiarlo o gestionarlo distinto; y no se puede. Sin duda, el duelo por una muerte repentina o una desaparición, que se te escape de casa y no sepas dónde está, la angustia y falta de respuestas, complicarán mucho tu duelo.
—¿En qué casos recomiendas buscar ayuda profesional para el duelo?
—No todo mundo necesita ir a un tanatólogo o un consejero de duelo. Hay quien puede con la lectura de un libro, con tener un amigo y contárselo, y con brindarse ayudas así; pero hay quien sí lo necesita. ¿Cuáles serían esas señales? La primera es que alguien no duerma: cuando no duermes no piensas con claridad, y es un indicador muy claro de que necesitas ayuda. Dos, cuando tus pensamientos son totalmente catastróficos: “ya para qué”, “para qué quiero a las personas o a los seres si todos vamos a morir” o “no tiene sentido”; ese pensamiento catastrófico o ideación suicida es otro indicador. Y porque hay que escuchar a los que están alrededor, tercero, si además te dicen: “siempre estás de mal humor” o “lloras todo el tiempo”, y te lo dicen varias personas, tienes que escuchar, porque te puedes estar quedando atorado en una de las etapas del duelo (negación, rabia, negociación, depresión reactiva y aceptación). Si ves que no avanzas en tu proceso, es momento de pedir ayuda.

—¿En qué casos es más común que la gente se quede atorada en su duelo?
—Es que hay codependencia de persona con animal; siempre oímos la palabra codependencia y pensamos que es entre humanos, y sobre todo lo asociamos mucho con pareja. Pero no es así. En realidad, si “yo te necesito”, creo que es el verbo que es más fuerte, ahí me costará mucho trabajo. Si yo te “elegía”, o me “gustaba” estar contigo, me va a doler; pero “necesitar” ya es un verbo un poquito enfermo: es de un de una vinculación no sana.
—Para mucha gente las mascotas son hijos… ¿Nos estamos vinculando desde la soledad con las mascotas? ¿Es un síntoma de algo más grande?
—Siempre ha habido esta relación interespecies, este vínculo de humanos con animales siempre nos beneficia a los dos, hay ganancias neuronales, físicas y emocionales de tenerlos. Pero sí coincido que hoy estamos viviendo una crisis de soledad, estamos un poco desencantados del género humano, que es capaz de mucha maldad, a diferencia de un animal, que nos da un amor más incondicional. Creo que el amor a los animales no excluye el amor a los humanos. No me gusta pensar: “Es que lo quiero como a un hijo”. No: “lo quiero como mi animal de compañía”, es suficientemente válido, no tengo que hacer un paralelismo como si fuera un humano. A veces, entre los mismos humanos decimos: “Es que mi abuela era sensacional, la quiero como una madre”. No tienes que quererla como una madre, puedes quererla como una buena abuela, porque ser abuela es lo suficientemente grande como para ocupar ese espacio. Creo que hay soledad y este amor incondicional que nos dan las mascotas, sin ego, sin esperar nada a cambio, deseando nuestra alegría y alegrándose con nosotros, nos sana mucho, esa convivencia con ellos, del desencanto que tenemos del género humano.
La vida continúa
—En el libro dices que el duelo puede durar entre seis meses y un año… ¿Cuándo podemos darlo por finalizado?
—Cuando puedes recordar con más amor que dolor. Cuando ya puedes hablar de lo ocurrido sin llorar, sin que se te humedezcan los ojos. Y cuando empiezas a recordar todo lo bueno de haberlo tenido. En lugar de sólo concentrarte en su muerte, en el día que pasó. Cuando ya ves más allá del dolor es cuando sinceramente estás sanando.
—¿Qué te puede ayudar en ese proceso en lo práctico?
—Cosas que te pueden ayudar para ayudar a que esto fluya es: comer bien, dormir bien, hacer ejercicio, tener pensamientos positivos y, sobre todo, agradecer haber tenido, en lugar de maldecir haber perdido.

—¿Qué hacer si alguien minimiza ese dolor?
—Creo que quedarnos callados está mal, porque nos hemos quedado callados durante años, y eso lo ha vuelto un duelo que parece ilegítimo, que la sociedad no nos da permiso de duelar por esto. Se me ocurre que enfrentar, como de pleito no; pero afrontar sí: hay que meter a frente para la respuesta y decir, por ejemplo: “El tamaño del ataúd no tiene que ver con el tamaño del dolor? Puede ser un ataúd muy pequeño, pero mi dolor es muy grande”. Entonces el otro ya se va a frenar. O puede simplemente decirle, “¡Ouch! Eso dolió, porque me doy cuenta de que no puedes con mi dolor”. Hacer consciente al otro de que lo que está diciendo es tratar de hacer chiquito tu dolor, y tú lo que quieres es que alguien te haga grande para que tu dolor deje de quedarte. En el libro repito esta frase, que es lo que creo sinceramente que sucede: “Si el amor es real, el dolor es real”. Nadie puede venir a decirme que “esto no es para que llores”, o que yo “ya deberís estar bien”. No deberíamos decírselo ni a los niños cuando se caen: “No pasó nada, mi amor”, y el niño piensa: “¿Cómo que no pasó nada? Si tengo las rodillas raspadas, estoy sangrando, me duele y tengo ganas de llorar”. Creo que se nos cruzan los cables. Sí pasó, ¿por qué no lo ves? ¿Por qué no lo validas?
—¿Cuándo alguien, si así lo quiere, está preparado para tener otra mascota?
—Es cuando tienes algo para dar. Si quieres otra nueva mascota para que te dé, para que te acompañe, para que te mitigue el dolor o para que llene un vacío, no estás listo. Uno debe de tener un animal de compañía cuando está listo para dar algo, no para pedirlo. Entonces, si tienes mucho amor que dar, es el momento.

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