Por Paulo QuinterosCrítica de series: Stranger Things inicia su despedida con un buen primer bocado
La primera parte de la temporada final recupera el misterio, la emoción y el pulso narrativo que definieron a la serie, dejando claro que el camino hacia el desenlace está trazado con la fuerza suficiente para hacer que la espera valga cada minuto.

Como un trueno que anuncia una tormenta inminente, la primera parte del final de Stranger Things llega con el peso de la expectativa - tras una espera de más de tres años - y la sombra de todo lo que ha construido a lo largo de casi una década.
Y aunque su misión principal es preparar el camino para el gran desenlace de fin de año, el retorno de la serie se concreta como un recordatorio de por qué su propuesta recuperó su mejor forma en la cuarta temporada.
Claro que esa puesta a punto no fue casualidad. Por un lado, la historia al fin encontró un antagonista a la altura para conducir a la historia. En efecto, Vecna no solo emergió como el gran villano final, sino que su historia de origen conectó de forma orgánica con los cimientos narrativos del show.
Esa temporada revitalizada, que con todos sus artilugios igual logró salir adelante, también permitió que los personajes volvieran a crecer, especialmente Eleven, cuya presencia se había sentido casi en piloto automático en los ciclos previos. Y, por supuesto, aunque la estrella de la temporada se esfumó con el destino de Eddie Munson, en el medio de todo también estuvo Max Mayfield, cuyo enfrentamiento emocional al ritmo de Running Up That Hill se convirtió en uno de los momentos más icónicos de toda la serie.

Con esos antecedentes, y teniendo siempre en cuenta los años que han pasado en su elenco ahora adulto, esta primera parte de la quinta temporada se reconoce a sí misma como un preámbulo: un pasillo que conduce hacia un plato de fondo reservado para Navidad y que tendrá su coronación con el episodio final de larga duración que lanzarán en Año Nuevo.
Desde el arranque, la historia de esta primera parte se enfrenta al cuasi apocalíptico escenario heredado del cierre anterior: Hawkins está complementamente en cuarentena, literalmente encapsulada en rejas, atrapada por las fuerzas militares que impiden que personas puedan entrar o salir.
En ese contexto, la narrativa se divide en varias líneas claras: Eleven entrenándose para un combate definitivo; el grupo investigando las señales de un Vecna que, sabemos, no fue derrotado; y el propio villano, inevitable y paciente, retorciéndose en las sombras para ejecutar el apocalipsis que promete.
A esto se suma la presencia militar y la introducción de una nueva científica, interpretada por la legendaria Linda Hamilton (Terminator), quien experimenta con el Mundo del Revés y que ve en Eleven un objetivo primordial.

Los cuatro episodios avanzan sin detenerse, pero también revelan la fractura que genera dividir la temporada final en tres partes y la carga que la serie arrastra por tanta espera. Algunos cierres de capítulos se sienten más diseñados para el algoritmo que para el drama, y ciertos momentos se estiran para dar con el minuto perfecto de atención. Pese a ello, lo que importa - la tensión, la sensación de peligro constante y la coherencia emocional - sigue firme en este regreso que logra sobreponerse a la nostalgia que la serie evoca sobre si misma.
En ese recorrido, la serie también mantiene vivo el pulso de la venta apocalíptica que viene construyendo: la idea de que el mundo puede terminar en cualquier momento y que Vecna, los Demogorgones o cualquier criatura pueden aparecer sin aviso, se impulsa de la mano del misterio que representa las decisiones militares que juegan en contra de la propia humanidad. Ese suspenso está bien dosificado y los cuatro episodios logran configurar con claridad que el tablero no estará a favor de nuestros héroes.
A todo ello se suma un elenco aún en estado de gracia. Millie Bobby Brown vuelve a ser el motor narrativo de la serie, mientras que el corazón sigue latiendo fuerte en las relaciones entre los personajes y el carisma de actores como Gaten Matarazzo (Dustin) y Joe Keery (Steve), quienes continúan siendo uno de los combustibles más confiables de la serie.
Pero, por sobre todo, esta primera parte confirma algo: pese a que la serie se nubló durante años por su propio éxito y el empacho de nostalgia ochentera, su recta final encontró nuevamente ese rumbo hecho de misterio, asombro y extrañeza que la catapultaron en su primera temporada. Ese fenómeno inesperado que, al mismo tiempo, definió al gran triunfo de Netflix como plataforma de nuevo contenido.

Vistos los primeros episodios de esta temporada final también está la certeza de que, incluso contenida por decisiones como la división en tres partes, la serie no pierde de vista su esencia y, con más dinero que nunca, acompaña todo con un nivel de producción de primer nivel.
En ese sentido, y en el inicio de su final, Stranger Things vuelve a desplegar lo mejor de su mezcla de terror y aventura juvenil, impulsando también la melancolía que la hizo destacar sin que ninguna otra serie pudiera replicar su fórmula.
Es decir, abraza a aquella mezcla que, en sus mejores momentos, se instala como un recordatorio de que la mayor fuerza de esta serie ha estado cuando sus referencias moldean un relato propio que aún hoy puede sorprender. Todo esto en medio de la mitología que lograron confeccionar los hermanos Duffer.
De ahí que, una vez que el cuarto episodio deja listo el camino y las piezas quedan dispuestas en el tablero, resulta evidente que el desenlace apuntará a un espectáculo aún más grande. Y lo mejor es que Stranger Things, encaminada hacia la confrontación definitiva con Vecna, se siente preparada para que su cierre valga cada segundo de esta extensa espera. A esta altura es lo que merece y, sin duda, espera la audiencia.
La primera parte de Stranger Things 5, con sus cuatro episodios, ya está disponible en Netflix.
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