Drefquila sí era el Kanye chileno después de todo
“A esta altura, corresponde admitir que Dref no solo habla de grandeza: también la representa”.
Las comparaciones entre Drefquila y Kanye West siempre me parecieron un exceso. Ye es un visionario global que reconfiguró la música y la cultura popular de este siglo. Al lado suyo, Dref me parecía un artista local con mucha ambición, pero todavía sin la sustancia para justificar semejante paralelo. Me costaba creer que alguien pudiera ocupar un lugar similar en la escena chilena.
El primer indicio de que la comparación tenía algo de sentido apareció en 2018, con los dichos grandilocuentes de Dref en la era “Aqua”. Frases como “Si te preguntas qué chileno de 20 años ha logrado lo que yo he logrado, no hay ninguno” o “Necesito superar a J Balvin, a Drake, ese es mi objetivo”. Tamañas declaraciones al principio me daban vergüenza ajena, pero luego entendí que ese tipo de statements eran parte de su construcción de artista total. Esa ambición no era gratuita: era una estrategia para situarse como líder.
Otra señal clave fue la admiración de Dref por Kanye. Siempre lo ha visto como maestro, guía y referente en música, negocio y vida. Ese fanatismo lo humaniza y explica muchas de sus decisiones. Dref lleva años siendo un alumno en formación, tomando notas del maestro y aplicándolas a su contexto local. Y eso, aunque no lo percibamos de inmediato, habla de una visión clara de hacia dónde quiere llegar.
El tema del ego es inevitable. Kanye lo convierte en espectáculo y herramienta global: expansivo, provocador, contradictorio, autodestructivo incluso. Dref, en cambio, muestra un ego seguro y aspiracional, más orientado a la autopromoción nacional y a consolidar su versatilidad como ventaja competitiva (“Soy el artista más multifuncional y multitarea de la historia de Chile”). Pero ambos usan el ego deliberadamente: como motor creativo, herramienta de posicionamiento y señal de liderazgo. El ego de Dref, con los años, dejó de ser un flexeo vacío y se volvió un proyectil bien dirigido.
Su desarrollo artístico confirma la comparación. Dref pasó de freestyler a artista melódico, reinventándose disco a disco. Apostó por proyectos ambiciosos como “Los sentimientos de un robot”, toda una aventura creativa multimedia, demostrando que sabe cómo dirigir equipos, inspirar a otros artistas y dejar huella en la escena chilena. Tal como Kanye lo hace globalmente, Dref construye su propia escuela y deja un legado de artistas influenciados por su visión.
Más allá de la música, ambos son emprendedores y multidisciplinarios. Les gusta la moda, las marcas, las colaboraciones estratégicas, los shows conceptuales y teatrales. Revisan cada detalle de lo que sacan, actúan como directores ejecutivos de sus proyectos y crean experiencias que trascienden lo musical. Esa visión de “obra total” los conecta más allá de la comparación de egos: ambos buscan transformar cada una de sus acciones en un hito.
Las controversias también forman parte de la ecuación, aunque en distinta escala. Kanye genera debates globales con comentarios explosivos que queman puentes comerciales. Dref lo hace en Chile con declaraciones llamativas, pero más calculadas y orientadas a su posicionamiento artístico. La forma y la escala cambian, pero la estrategia es la misma: mantenerse en el centro de la conversación y usar la atención del público y el algoritmo como combustible creativo.
En sus últimos lanzamientos, como el documental homónimo de “LSDR”, Dref demuestra que su ambición no es solo ruido: es planificación, liderazgo y enseñanza. Transmite métodos, comparte consejos y pavimenta el camino para otros. Así como Kanye inspira y moldea a su alrededor, Dref ahora funciona como mentor para una nueva generación de artistas melódicos chilenos. Su ego ya no es un obstáculo, sino una herramienta de creación y empoderamiento.
En resumen, la equivalencia no es total y las diferencias (sobre todo contextuales) existen: Kanye opera globalmente y Dref localmente; Kanye provoca políticamente y Dref busca impacto artístico; Kanye es disruptivo hasta lo impredecible, Dref es calculador y estratégico. Sin embargo, en estructura, ambición, visión, protagonismo y multidisciplinariedad, Dref replica el patrón Kanye en Chile. Su obra y su influencia demuestran que ya no es exagerado llamarlo así.
Admito mi error: Drefquila sí era el Kanye West chileno después de todo. Y no por imitarlo, sino porque comparte su mismo espíritu expansivo: transforma su ego en motor creativo, encabeza una escena, inspira a otros, reinventa su música y se lanza a actuar de forma ambiciosa. Y eso, en Chile, es algo que muchos envidian en silencio, pero pocos se atreven a hacer. A esta altura, corresponde admitir que Dref no solo habla de grandeza: también la representa.
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