“El que se toma el humor en serio, no entendió nada”: Alejandra Azcarate regresa a Chile con un show imperdible
La comediante colombiana adelantó a La Cuarta su presentación en el Teatro Universidad de Chile, y se sinceró sobre los límites de su rutina. “Desde niña me enseñaron a hablar de todo”, señaló.
El humor de Alejandra Azcarate regresa a Chile con un show imperdible. La comediante aterriza en el país con su monólogo “Lo que se permite, se repite”, el que presentará el sábado 8 de noviembre a las 20 horas en el Teatro Universidad de Chile.
La colombiana triunfó en el Festival de Viña hace 7 años, donde conquistó al Monstruo con sus chistes y ahora busca conquistar al público chileno con un espectáculo dedicado a todos “los que se dejen apuntar. Yo recibo hombres, mujeres, gente atrofiada, gente equilibrada, gente en buena condición emocional, en una espantosa, o sea, todo el que se deje apuntar, le disparo con amor y con reflexión”.
En conversación con La Cuarta, la humorista adelantó lo que se viene en su función y analizó el sentido del humor del chileno, calificandolo como “un público exigente” y con “un ojo más agudo” para la comedia.
“Yo la verdad es que no me considero humorista y tampoco tengo formación neta como comediante, sino actoral. Entonces, para mí la comedia es como una ramificación de la actuación, a través de la cual he encontrado una ventana que me ha permitido comunicarme de una manera muy satírica, pero realista también. Eso hace parte de mi estilo y he encontrado que Chile en particular, se ha compaginado muy bien con ese tipo de manifestación”, señala Alejandra Azcarate.
Hizo match con el público chileno
La humorista colombiana ha podido impregnarse de la cultura del país, por lo que sabe que uno de sus principales desafíos a la hora de interactuar con los chilenos es el idioma, ya que los modismos suelen complicar a los extranjeros.
“Conozco algunas palabras, el “cachai” por supuesto, que es como ¿entiendes?, el “po’” que es como la abreviación del pues, la “polola” que me parece muy divertido, pero no conozco mucho en realidad de la jerga chilena, porque ustedes hablan muy rápido. Entonces, como que uno tiene que poner mucha atención para no perderse en las frases”, confesó.
Azcarate confesó al Diario Pop que tras su presentación en la Quinta Vergara, le llegaron comentarios del público chileno, pero en un comienzo no entendió qué le querían decir, de hecho, lo sintió como una ofensa de primera instancia.
“Después de Viña me decían: “Eres una seca” Me decían todo el tiempo, y para nosotros en Colombia una persona seca es una persona muy seria, un poco tirando amargada, como inexpresiva, como que no transmite. Y luego entendí que en Chile es todo lo contrario, es como una dura, es una fuerte, es una poderosa, un súper halago, pero a mí al principio me impactó porque me lo escribían un montón y yo decía: “Dios mío, ¿cómo así que soy tan seca?”, y entonces luego entendí que era un piropo”, recordó.
Además, aprendió otra palabra: “También sé que fome es como aburrido, como sin sazón, también lo oí mucho, afortunadamente no me lo dijeron frente a mi trabajo, pero si lo oía mucho y yo decía, “Ay, qué buena palabra”, fome es una muy buena palabra. Y de hecho, en la rutina que yo hice en Viña, creo que tres o cuatro, máximo cinco modismos, fueron muy puntuales los que yo reformé para que los chilenos lo pudieran entender muy bien dentro del contexto que estaba diciendo”.
“Pero para entenderlos a ustedes hay que hacer un esfuerzo porque arrancan así como auto, además como que cantan y es muy divertido, a mí me parece de los acentos más divertidos que hay en América Latina, sin duda”, agregó Alejandra.
¿Es diferente el humor del chileno al del resto del continente?
—Yo pienso que el sentido del humor es diferente no solamente en cada país, sino en cada persona. Hay gente que nace con un sentido del humor particular, hay gente que carece completamente de él, y eso nada tiene que ver con la nacionalidad. Ahora, el estilo al través del cual se explora la comedia sí creo que cambia mucho de acuerdo a la idiosincrasia, a las tradiciones o a las costumbres de cada país.
¿Los chilenos y las chilenas son un público difícil?
—No, yo no creo que sea un público difícil, creo que es un público exigente, que no necesariamente es lo mismo.
Siento que es un público que ha tenido pues la posibilidad de ver el Festival de Viña por muchos años con lo cual están acostumbrados a espectáculos de alto nivel y de alta categoría y eso también les da a ustedes como chileno, no la superioridad, pero sí cierta autoridad frente a los espectáculos que se presentan, porque tienen un ojo más agudo y eso a mí me parece que está bien, entonces no siento que Chile sea un público difícil o por lo menos no es mi sensación, sino que es un público desafiante. Y a mí eso me seduce y me parece muy interesante. Yo no me agacho con eso, al contrario, me saca más brío.
Dejó abierta la puerta a un regreso a la Quinta
¿Te gustaría regresar al Festival de Viña?
—De momento no lo consideraría, porque para mí fue una experiencia tan supremamente inolvidable. Dejé en mi corazón y en mi mente un listón tan alto con la lucha que tuve, y la batalla que di frente a mi miedo, siendo una absoluta desconocida en el país, que fue un triunfo tan grande para mí, a título no solo laboral, sino personal también, que creo que sobrepasarlo me implicaría una dificultad muy alta, no por eso quiere decir que me dé miedo, sino que ahora con el espectáculo que tengo, que está relativamente nuevo, tendría que dejar que madurara un poco más para subirme a un escenario de esa envergadura.
Pero nunca digo nunca, a lo mejor me apunto y termino lográndola dos veces, ¿por qué no? Uno tiene que atreverse en la vida. Además que sería ya una segunda oportunidad centrada más en la gratitud, porque el público chileno ha sido espectacular conmigo.
¿Viste lo que pasó con George Harris?
—Claro que lo vi y lo supe, pero George Harris es un artista maravilloso, de un altísimo nivel y de una talla de reconocimiento enorme, frente al cual yo solamente tengo admiración y respeto y creo que una mala noche, una mala función, un mal momento lo hemos atravesado todos los que estamos acostumbrados a enfrentarnos a un escenario, pero él es un hombre extraordinario a título personal, dentro del marco de lo que yo he visto y su trabajo ha sido supremamente riguroso y disciplinado y es un hombre respetuoso frente a lo que hace, no es ningún improvisado.
Y yo que estuve sobre ese escenario sé lo difícil que es, sé la lucha que implica, el factor de suerte que muchas veces también tiene, no hay que minimizarlo, pero pues uno va preparado con cierto armamento, lo hablo en en términos positivos y artísticos, pero es un público muy exigente, entonces es tirar una moneda al aire, puede salir bien o mal.
Entrar en comparaciones, o evaluaciones a mí no me corresponde, todo lo contrario, me parece que esa batalla que el dio es más dignificante aún, porque una cosa es ver la situación desde afuera y otra muy distinta, estar uno con los pies sobre ese escenario y viviendo la emoción y la sensación que eso implica.
¿Crees que la fallida presentación de George Harris, condicionó a los chilenos de tener a comediantes extranjeros en Viña?
—Es que para mí el miedo nunca ha sido un freno. Yo siempre he procurado tomar el miedo como una energía creativa. Si uno mismo se mete el freno de mano, deja de hacer un montón de cosas. Entonces, pues a los artistas que le tengan miedo a ir a Chile, el problema no es Chile, el problema es el miedo que ellos sienten. Chile es como es, el escenario es como es, el festival es como es. Es uno como artista quien determina si se le mide a la lidia de ese toro o no. Ya eso es un sistema de combate muy personal que tampoco es blanco o negro.
Yo lo tomé como un enorme desafío. Creo que lo asumí con mucha dignidad, con mucha humildad también, entendiendo que absolutamente nadie sabía quién era yo y que tenía que seducir y conquistar un público de cero y eso fue lo que hice, cultivarlo, trabajarlo. En mi rutina los primeros 7-8 minutos la gente estaba pasmada, silenciosa, o sea, era un silencio sepulcral, y yo dije: “No me dejo y los tengo que doblegar”, en el buen sentido, y empecé realmente a ampararme con certeza en lo que yo sabía hacer y con amor frente a lo que yo hago.
Yo en mi rutina la veo hoy a la distancia y hay palabras o frases que se me salieron, que se me fueron, son demasiado fuertes los nervios, pero el tiro está en que el público no lo notara y en que uno sorteara sus dificultades. Entonces, al final Viña no termina siendo nada distinto a lo que es la vida en sí misma, que está llena de eso, de obstáculos, de riesgos, de temores, de alegrías, de emociones.
¿Dónde crees que están los límites del humor?
—En tu cabeza, porque uno no solamente a través de la comedia, sino a través de la vida puede hablar de absolutamente todo. A mí desde niña me enseñaron a hablar de todo. A mí nunca me dijeron, “Cállate, de esto no se puede opinar o este tema no se puede tocar”. No, uno en la vida puede hablar de todo dependiendo cómo lo hagas. Ahí es donde está el arte del asunto.
Pero autocensurarse en un terreno como el humor, que al final termina siendo un punto de vista, porque el humor es un punto de vista y hay millones, pues a mí me resulta muy absurdo. O sea, tenemos que censurar un montón de cosas en la vida, acciones, palabras, gestos, expresiones, como para venir a censurar el humor. O sea, el que se tome el humor en serio es porque no entendió absolutamente nada.
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