Kidd Voodoo es el artista más aburrido de Chile
“Así suena él para mí. Como una línea recta: siempre igual, siempre lo mismo. Cero vértigo. Y eso que talento sobra, pero está atrapado dentro de una fórmula que no varía”.
Kidd Voodoo es el artista más aburrido de Chile. Y no lo digo con hate, lo digo porque a veces lo que parece coherencia en realidad es monotonía, y lo que luce como prolijidad en el fondo es falta de riesgo. Así suena él para mí. Como una línea recta: siempre igual, siempre lo mismo. Cero vértigo. Y eso que talento sobra, pero está atrapado dentro de una fórmula que no varía.
Kidd Voodoo se volvió un experto en su propio molde. Su estética, su delivery, sus letras, sus temas, sus colaboraciones; todo está construido para ser inofensivo, un producto tan inocuo que raya en lo clínico. Hablamos de un artista impecable, pero justo por ahí va el problema. No hay caos, no hay tensión. Ni siquiera hay un tropiezo que permita entenderlo como humano.
Su fandom dirá que ahí está la gracia: en esa vibra light, sin sobresaltos. Ante eso, respondo: OK, nadie está obligado a ser un volcán en erupción, pero llega un punto en que la comodidad se vuelve una cárcel. Ahí tenemos a Kidd Voodoo, condenado a que todos sus lanzamientos sean predecibles y suenen como versiones de un mismo tema hecho y rehecho hasta el cansancio.
La industria ama a este tipo de artista. El que no sorprende, ni para bien ni para mal, sostiene un engagement estable. Eso para el algoritmo es lo más apetecible que hay, y Kidd Voodoo y su gente lo saben. Eso vuelve su proyecto aún más aburrido, porque elimina la posibilidad de que aflore lo que hace interesantes a los artistas: sus excesos, torpezas, claridades y locuras.
Esto último lo digo pensando en Jorge González. Acabo de ver un reel donde habla de incorporar al arte los años, la época y las cosas que uno vive. Esto con el fin de: “No convertirse en una marca registrada y seguir explotándola hasta siempre, o sea, no encontrar una fórmula y seguir repitiendo el primer disco que uno hizo toda la vida porque le resultó. Yo creo en cambiar”.
Me pregunto en qué creerá Kidd Voodoo, al que tuve la suerte de escuchar y el gusto de apoyar años antes de su explosión. Yo sigo viendo en él a un artista súper competente, con muy buen oído, una estética reconocible y una marca casi premium dentro del contexto de la industria musical chilena. Su problema nunca ha sido de calidad, sino de temperatura. Todo lo que hace se siente a 17 grados.
Ojalá Kidd Voodoo pueda salir del fondo unicolor y en perfecto 4K donde está encerrado. Hay más sustancia bajo la superficie de la que se permite mostrar. Si hasta Stefan Kramer se dio cuenta de que su corazón está en otro lado, y lo hizo notar cuando al imitarlo dijo: “igual me gusta más el rock po hermano, pero contento cachai”. Cruzo los dedos para que el molde se rompa.
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