Los Pataches de Don Moncho: las sopaipillas
Nuestro redactor patachero se explaya en el diario pop sobre las bondades de uno de los clásicos de la cocina chilena en los días de invierno. "El Mañungo, siempre me pregunta qué es lo mejor para el frío. Las sopaipillas y el consomé, le digo. No le eche tanta manteca tampoco. Una buena medida son un par de soperas llenas. Si siente que la masa está demasiado 'dura', agregue algo más".
Mire, pucha que son complicados los hijos, ¿ah? La Pepa, mi hija, que estudia arquitectura en la Chile, estuvo toda la semana hinchándonos a la Martuca y a mí con que quería traer a su pololo. Le dijimos que estamos en pandemia y no estamos para llenar la casa, ¿y cómo vino el tío Mañungo la semana pasada?
Finalmente, con la Martuca no tuvimos mucho más que decirle y aceptamos. Pero, Pepita, se porta bien el cabro ese, ¿ah? Al primer numerito yo mismo lo saco cascando a patadas de acá.
Oiga, finalmente llegó el domingo en la tarde. Ya habíamos almorzado. Y de repente la Pepa nos llama. Llegamos la Martuca, el Martincito y yo. Y nos presenta a su pololo. Es el Nacho, cuenta. Llevamos dos meses pololeando, nos conocimos en un carrete.
Y lo que vi es un pajarraco con el pelo cortísimo, teñido rubio oxigenado en el cráneo, con una raya al costado, una cadena colgando del cuello, una chaqueta de mezclilla cortada, sin brazos; y las manos y antebrazos tatuados. No sabía si era real o qué. Pero se me acerca, y me dice Hola tío. Yo ahí le dije. No pos cabrito, tío tuyo no soy. A mí me tratai como Don Ramón, o Don Moncho por último, ¿escuchaste? Sí, sí, dijo tiritando.
Ya, ¿y qué hacís vos?, ¿estudiai? Ehh, claro, estudio, soy compañero de la Pepa, aunque soy de una generación más abajo.
Luego se quedaron en el living, yo me llevé a la Martuca a la cocina, y le dije. Oye vieja, no me gusta nada el pajarraco ese. ¿Viste la pinta que tiene? Ya, pero Moncho, ¿te acuerdas cuando me pasabas a buscar peinado como Sandro y te ponías a cantar "Yo te amo" delante de mi puerta y mi papá salía persiguiéndote? Si el amor de los jóvenes es así.
Martuquita, no compares a Sandro el Gitano con la música que escuchan estos perejiles.
Al rato, la Pepa nos dice les tenemos una sorpresa. Nacho y yo haremos sopaipillas para la once. Con la Martuca nos miramos, y le dije ¿Y saben hacer sopaipillas? O sea, el Nacho va a comprar de esas congeladas, así que va a ser cosa de freírlas no más.
NO. EN MI CASA NO SE COMEN SOPAIPILLAS CONGELADAS.
A ver, un buen patachero, lo que tiene es orgullo. Y el orgullo del patachero, es que todo lo prepara con sus propias manos. Los congelados son cosas plásticas con sabor a nada.
Y no se habló más, fui a buscar un pedazo de zapallo que tenía envuelto en las páginas de El Mercurio, y dejé la manteca y la harina en la cocina. ¿No quieren hacer sopaipillas mijita? Háganlas como la gente.
Y así tuvieron que hacerlo. Me puse de reojo ahí en la puerta a mirar el procedimiento. De repente veo al plumífero este con el pedazo de zapallo, entero, sin cáscara a punto de echarlo a la olla. Ahí intervine.
Manos a la obra
Oiga, cuando cocine el zapallo, hágalo sin cáscara, en agua hirviendo, y una pisca de sal, para que agarre al tiro el sabor. Eso le tuve que decir a ese pastel del pololo de la Pepa. Tan vivaracha para algunas cosas, mi cabra, pero con tan mal ojo para elegir pierno. En fin.
Mire, después, con el zapallo listo y cocido, lo saca, pero no bote el agua. Eso es importante, ya verá por qué. A ver, triture el zapallo. Luego, con la harina haga un volcán, y en el hueco del centro, métale la manteca a temperatura ambiente, sal y el zapallo ya hecho puré.
Luego, la misma agua que usó para cocer, la mezcla con la harina y lo demás. Pero vaya de a poco. A ver, no le eche tanta manteca. Una buena medida son un par de soperas llenas. Si siente que la masa está demasiado "dura", agregue algo más. Pero como todo en la cocina, de a poquito pueh.
Oiga, ahí con una masa formada, empiece a amasar. Mire, lo ideal es amasar hasta que alcance más o menos 1 cm de grosor. Este flacuchento no se la podía con el uslero. Así que me acerqué, y le dije yo lo voy a hacer. Y como buen patachero, me hice cargo.
Luego, este pajarón sacó el celular y puso una cosa estridente, que lo único que se entendía era "mami", "chula", "perreo". Dejé de amasar y le dije. En esta casa no se escucha esa basura, ¿estamos, pajarraco? Sí, sí, Don Ramón.
La Pepa se avivó, por fin, y trajo el molde para las sopaipillas, así salieron como 20. Puse la sartén con el aceite. Mire, espere que el aceite se caliente un rato. Es frecuente el error de que la gente llega y las tira junto con el aceite. No, oiga, hágame caso. Tírelas con el aceite bien caliente. Cuando las eche, le recomiendo 3 minutos por lado.
Entretanto, la Martuca uso la tetera, y con las sopaipillas listas nos sentamos a la mesa. Están ricas las sopaipillas, dijo el Martincito, lo mismo opinó la Pepa. Es que oiga, el Mañungo, siempre me pregunta qué es lo mejor para el frío. Las sopaipillas y el consomé, le digo.
Hasta que por fin se fue el surullo ese, la Pepa lo fue a dejar a la reja. Luego volvió y nos preguntó ¿qué les pareció Nacho? Nos miramos con la Martuca, pero le dije al Martincito que opinara. Es como bien pajarón, Papá.
Ahí tienes tu opinión, Pepita.
Lo último
hace 0 min
hace 20 min
hace 28 min
hace 36 min
hace 37 min