
Doctor:
Estoy medio complicado. Me encuentro fuera de Santiago, en una capacitación organizada por la empresa. El primer día conocí en el bar del hotel a una morenaza. Altiro le metí conversa, la invité a una copa, nos reímos y terminamos en su pieza.
Fueron tres horas de amor intenso. Ella es una viuda trientañera, exquisita, labios gruesos, hecha a mano. No tiene hijos, pero si un turro de plata.
Llevamos una semana en el hotel sacándonos el jugo. Me estoy enamorando. Tengo 45 años y mi señora 50. Ella está con la menopausia y no quiere ni escuchar la palabra sexo.
Mis hijos están grandes, me casé a los 18 porque me mandé el condoro y la dejé embarazada.
Mi morenaza me pide que me quede. No sé qué hacer. Estoy en el paraíso y no quiero volver a Santiago con mi mujer. Ayuda, plis.
Cristián
Mi Adán:
Su historia es más vieja que el hilo negro. Una Eva apareció en su camino, no le dio de comer una manzana, le dio su cuerpo. Me dice que ella lo hace zumbar y está forrada, mientras que su señora sólo entra al catre para dormir.
Debe volver a Santiago, hablar con su mujer de las cinco décadas y decirle que han pasado varios meses sin tener relaciones. Tiene que decirle que conoció a otra mujer, siempre hay que andar con la verdad por delante.
Si siente que no vivió su juventud, porque a los veinte estaba entre pañales y mamaderas, que no quiere estar más en su casa, agarre sus cosas y corra a los brazos de su nueva amada, pero tenga presente que sólo puede ser un empotamiento que dure menos que una golondrina en invierno. ¡Suerte, amigo!
Tus consultas y dramas de tipo amoroso pueden aparecer en la Ventanita Sentimental si las mandas a doctorcarino@lacuarta.com
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