Doctor:

Señor, me mataron el amor a palos. Quiero su ayuda. Mejor dicho, imploro una mano directa al corazón.  Ocurre que en plenas vacaciones, en enero pasado, fui a la costa con mi mujer y tres hijos. Todo bien, normal, tranquilito, porque tenemos una casa a todo lujo.

Un mal fin de semana se vienen unos nuevos vecinos, igual que nosotros: tres hijos chicos, un vecino gordolfo y una mujer de película, pero película porno. A los dos días comenzó a tomar sol sin ropa, a pasearse por el jardín trasero y cuando me pilló sapeando, me puso en la mira hasta que atinó. Nos encamotamos y sí, era una diosa para filme triple equis.

Hasta que nos pilló mi esposa, pero en la más piola, me dijo: “Me la vas a pagar, desgraciado”. ¿Sabe? Pensé que me iba a cortar las boleadoras, que me iba a dejar, pero naca, maestro. Una noche de esas, se quejó de jaqueca y salí con los peques. Volvimos y tras acostar a los niños, me fui a la pieza... ¡Horror! Ahí estaba ella haciendo acrobacias con el guataca del vecino, que por lo que pude cachar era mejor que Ron Jeremy en el lecho.

Ahora salgo con la vecina y ella con el “Ron Jeremy” chileno. La amo, la quiero perdonar y volver a cero. ¿Qué hago, doc?

MARCOS

Don cuadrado:

En esta pasada no gana nada con llorar, compadre. Usted se lo buscó, mire que caer en las redes de una licuadora humana en plenas vacaciones, con esposa y cabros chicos en el medio. ¡Hay que ser muy, pero muy caído del catre! 

Sí, ese mismo catre que hacen crujir su pierna oficial y el poncherudo canchero de las pampas. Su hembra ya se cebó al probar carne humana de otro corral, así es que lo mejor es entrarle a conversar y abuenarse por los niños. Jurarle fidelidad hasta la muerte y hacer como que parten de cero. 

Si ella acepta, patee a la come hombres y que ella haga lo propio con el guataca incansable y flexible. Los dos gozaron como chinos y lloraron como cabros chicos. Pero sin rencores ni odiosidades, ya que usted fue el causante de todos los males. Aperre y suerte.