La historia de Brad Pitcher y su perro

Doctor:
Le voy a contar una historia que pareciera que es sacada de una película. Pero es la santa verdad.
Tengo un perrito que se enfermó la semana pasada. Andaba haciendo pipí a cada rato y me llamó la atención, por lo que decidí llevarlo al veterinario.
Eran las 19.58 y en el local había un letrero que decía que cerraba a las 20. Con el perro en mis brazos, le hice señas a un tipo que estaba vestido de delantal verde. Me hacía que no con su cabeza, y que no y que no. Como no podía manifestarle a través de la ventana de que me abriera la puerta, le pegué una patada y para mala suerte se rompió el vidrio.
Me deshice en disculpas hasta que salió la dueña de la clínica canina. Una rubia despampanante y con un cuerpo infernal. Se había sacado su uniforme de trabajo, según me contó, y decidió atender a mi cachorro.
El hombre se fue, y yo no aguanté las ganas y le di cara de palo un beso a la mujer. Pensé en una cachetada, en una llamada a los pacos o en un palo en la cabeza, pero ella me miró y me siguió la corriente. Me besó por todas partes y terminamos haciendo lo que usted sabe arriba de una camilla.
Mi perro sólo miraba y movía la cola. Y ella estaba desenfrenada.
Amigo galeno, esa mi historia. Y sólo quería contársela.
Brad
Oiga Brad Pitt:
No tengo comentarios. Le publiqué su carta, porque la encontré entretenida.
Me huele a cuento, pero si es así me pongo de pie para aplaudirlo. Sólo eso.
Saludos al perro.
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