Doctor: 

Tengo 18 años recién cumplidos y mi historia debe tener un consejo. Vivo con mis papás acá en el sur y la situación económica ha andado bien en mi familia.

El puesto que mi taita tenía en el centro de la ciudad se puso a crecer y a crecer, por lo que de un día para otro llegaron las monedas.

Hace como cinco meses llegó una nana de Santiago. Tiene 23 años: rubiecita, flaquita, cintura de abispa y terriblemente coqueta. El viernes pasado me fui a un cumpleaños de un compañero de la universidad y no tenía pareja. Car’e palo invité a mi nana para quedar como rey con mis amigos. Y así fue.

Baile toda la noche, me fui para la casa y la dejé en su pieza. El problema es que me enamoré de ella.

Sueño a cada rato con esta mujer y las ganas de gatear a su pieza cada vez son más grandes.

estudioso

Joven:

El sueño del pibe es el que vive usted. Tiene una niña en la casa que cocina rico, le plancha la ropita con todas las líneas en las camisas y más encima es un bomboncito. 

Yo que usted la disfruto a morir y la seguiría invitando a sus fiestas, porque al final no tiene nada de malo. Y usted se ha portado como un rey.

Cualquier enfermo mental creería que es una obligación de ella en acompañarlo por el solo hecho de trabajar en su casa, pero no, usted fue un caballero. Y si se enamoró, cuéntele a sus papis y capaz que quede todo en familia. 

Duerme acompañadito, le hacen las camas y las tareas, y más encima se queda con una mujer hecha y derecha. Las nanas son las mujeres más esforzadas que pueden existir en la tierra. Así que sale ganando por donde se le pase.