Ventanita Sentimental

La suerte del feo

Me gasto la media pinta, pero tengo un compañero de pega que se agarra a todas las minas. Soy un tipo alto, rubio, ojos claros y buena onda. De verdad no me quebro para nada ni tampoco me las doy de buen mozo. Pero en el colegio las hacía todas. Y ahora este compadre pasa y las minas se hacen pipí. Se lo describo: moreno, ojeroso, cara de rana y medio papichento. Y las hembras lo encuentran sensual. El martes pasado llegué a las ocho a la oficina, y sentí un ruido extraño en el baño. Al abrir la puerta me encontré con el caballero ensartado con una secretaria. Me pidió que me quedara callado, pero ya me contaron que ha hecho la misma con otras cuantas féminas de acá. Quiero acusarlo para que se lo piteen. ¿Está bien, doctor?

PICADO

Guacho:

Sí mi rey, comprendo lo que debe sentir, porque me acordé que en el colegio jugábamos a la pinta y por más que hacía cachañas las minas no me pintaban ni por lástima. Andaban todas corriendo detrás del Martínez. El era peineta, ganador, y canchero. Pero después caché que con el tiempo la lengua es más que todo lo exterior en un hombre. A puro verso me engrupí a centenares de mujeres, hasta que me casé y vivo feliz con mi viejita. Narigón, pata de laucha y pie plano, ahora me dedico a la consulta sentimental, pero le garantizo que me quedó cansadito el quetejedi en todos estos años. Y era federico, feo feo. El cabro de la ofi tiene un cuento. Es como el Onur, que de verdad no deja de ser más que un pelao barbón con ojos azules, pero las mujeres chorrean por él. Él vende la pomada del galán con verso. No denuncie al socio, hágase amigo de él y estúdielo. Así aprenderá. Más encima con esa pinta, usted haría “capicúa’’, como se dice en el dominó cuando le salta la liebre.

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