
Ando muerta en dolor. Mi marido me dejó nada más ni nada menos que por la tía del jardín de mi hija. El nunca iba a las reuniones ni a buscar a la niña, hasta que un día empezó a concurrir muy seguido. En seis meses ya estaba viviendo con la mina, que finalmente la echaron del jardín por califa. Me da pena todo esto, porque uno se saca la mugre en la casa con los cabros chicos, más encima hay que cocinarle al hombre, plancharle las camisas y, para coronar la obra, darle la pasada. Todo lo que hice para él al final no sirvió de nada. Me dejó y ahora estoy acá tirada con mis niños. No me merezco y creo que debo dar un paso al costado. ¿O lucho por él y voy a la reconquista?
Distnguida
Mi princesa:
La historia suya me suena conocida, pues por lo menos en todos estos años como cirujano del corazón ya llevo dos puñados de dedos con la misma funcia: la de la tía que se queda con el papá del alumno. Yo creo que debe ser porque a las tías les gusta demasiado “el niño, y los niños’’. O si no les gustan, los miran con cariño. Y seguramente su marido cada vez que la observaba se la imaginaba mirándole su niño y preguntándole ‘’¿la pé con la a?... A’’. Y así se tiró el salto y terminó encatrándose con la mujer del delantar verde. Usted ahora tiene que meditar y resaltar todo lo malo que fue él con usted, y estar tranquila porque ahora no tiene ese problema. Si el hombre nunca le hizo nada malo y se fue con otra, el problema es usted. Y ahí recién viene la etapa de la reconquista de parte suya. Si el compadre no valía la pena, chauchera nomás y que se ponga con los hijos. Usted por ahora búsquese un inspector de colegio. Mi amiga, luche por sus cabros primero que todo.
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