Pajarón está haciendo la dieta de la lagartija

La pensé harto antes de enviarle este correo, pero al final tiré las manos y le cuento el drama, porque lo es. Me casé lolito, con una mujer 15 años mayor. Separada y con una hija ya crecida. Trabajé harto junto a ella, no me dio hijos, pero fuimos felices. Pasaron los años y la hijastra se fue de casa, se casó y nos quedamos solos los dos. Ella se puso mayor y, al contrario de muchas féminas, perdió el gusto por el amor físico. Y ahí quedé yo, botado. Hace unos meses volvió a la casa la hija de mi mujer, se separó y por esas cosas del destino, nos hicimos ojitos, y en un momento a solas me dijo que siempre me quiso como hombre. Y, bueno, pasó lo que tenía que pasar entre dos seres a dieta de caricias. Ahora nos aguantamos a duras penas y donde y cuando podemos nos desatamos. Pero igual estoy temeroso, saltón y ella se pone más y más osada. ¿Me ayuda?
DARÍO
Mi caballero:
Esa cantinela me la sé de memoria: yo solo, ella sola, la carne es débil y... ¡dele que suene! No, compadre, lamentarse sobre la leche y cualquier otro líquido derramado es algo inútil. Cuando volvió la hija de su mujer a casa, usted ya sabía qué iba a pasar, porque estaba a dieta y andaba puro encumbrando volantines sin hilo en el baño. Digámoslo sin caretas: usted y la cabra son un par de traidores. Ella a su madre y usted a su esposa. Póngase la mano en el corazón y averigüe si lo de ustedes es sólo calentura. Si lo es, ¡córtenla y olviden lo zangoloteado! Si es amor, vayan con la verdad, cuéntenle la posta a la pobre venada y viren de la casa. Es doloroso, pero sano.
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