Doctor:

Tengo 25 años, pololeo hace seis y estoy a punto de pedirle matrimonio a mi mina. Pero este último tiempo se me ha ocurrido ir a estos locales nocturnos que tienen luces de colores, donde hay una mujer que baila en un aflautado fierro de color plateado y se mueve y se mueve y se mueve y se mueve; y yo miro, miro, miro; y pago otra piscola y pago otra piscola, y se mueve y se mueve. Ella me tiene enfermo y lamentablemente se transformó en un vicio. No quiero saber ni cómo se llama en la realidad. Sólo sé que su nombre artístico es “Paloma”. Ella es mi vicio. Viernes tras viernes llego sólo a verla a ella y me quedo pegado. Gasto mucha plata y ni siquiera la conozco. Me da hasta miedo. Es que si la viera. Alta, blanquita, ojos verdes y usa una peluca colorina. Estoy desesperado, porque no puedo salir de este vicio.

Lalito

Don Edu:

Alguna vez en la universidad, cuando estudiaba para ser doctor del amor, partí a un caracol en el centro de Santiago. Por dos lucas una niña le hacía hasta el “ñé’’. Pero una vez vi a una mujer tan exuberante que volví dos veces más a disfrutarla. Para volver al local tuve que esperar la mesada que me daba mi papá para estudiar y partí decidido a conversarle. Le dije “hola’’ y ella me respondió con una voz de pito, un aliento de roedor y me mató todo lo que pensaba. La veía una diosa, pero más encima prendieron las luces y me encontré con cualquier sorpresa. Hasta le caché la sonrisa de la apendicitis en la guata. Bueno, fue una experiencia única y me caí de la torre. Lo que le quiero decir es que tiene que conversarle a esa mujer, por último para que se saque el empacho. Trate de prender la luz o sacar una linterna, para que se percate que su diosa es tan reina como cree. La reina la tiene en su casa y lo ama. No sea gil.