Doctor Cariño:

Soy abogado de profesión y tengo un lío con mi secre. Desde que llegó al bufete le eché el ojo y supe que iríamos al tálamo.

Le hice el quite varias veces, pero me hacía cambio de luces y cruzaba las piernas con una mini.  Hasta que lo vi todo rojo y la invité a salir. No se hizo de rogar y fuimos a un nidito de amor de calle Manuel Rodríguez.

Todo bien hasta que descubrí que no era el único en su lecho.  Antes estaba el dueño del bufete, un socio cototo, un abogado joven tincudo... ¡hasta el junior!  La enfrenté y me dijo care palo que sí, que ella alcanzaba para todos y que no me quejara.

Le dije que la amaba, que lo mío era más que catre y ella se rió. “Erís bueno para el catre, guacho, pero yo soy así”, se confesó y me agendó una cita para tres días después. Ahí quedé y aún estoy enamorado. Tanto, que hasta he pensado sacarle la cresta al guataca de mi jefe y a los otros que la comparten.

Jusrisperito

Licenciado califa:

Iré directo a la papa. Usted se pasó para ser gil. Rara vez cuento cosas de mi vida privada y menos de cosas de mi juventud, pero esta vez, en beneficio de alguien del Foro, haré una excepción, porque también estuve unos añitos en la Escuela de Derecho. 

Cuando estaba abriendo las pepas al mundo del goce con las féminas, mi padre, santo varón, me dijo: “hay cabras que van al puro choque y otras que son para enamorarse, andar de la manito y jurarse amor eterno”. 

El mismo consejo se lo doy, mi querido jurisconsulto. La secre lo tiene clarito y le ha dicho que usted y ella están para hacerse pedazos en el ring. 

Le dejó clarito también que usted tiene su orden en la fila y que ella alcanza para todos. No se agile, mantenga su lugar y siga gozando. 

Si no, puede que deje la embarrá y tenga que irse al chucho de puro amor. Tengo unos amigos abogados que les encantaría compartir con su negra.