Ventanita Sentimental

Doctor Cariño:

Ya sé que el que se mete en problemas de casados es un leso que saldrá más magullado que gato en celo. Pero me pregunto: ¿Y la amistad qué?

¿Por qué me mando la mansa pregunta? Porque tengo un amigo, al que llamaré Raúl, que tiene una señora bastante potable, pero más coqueta que una promotora de perfumes.

Esta galla le pone los cuernos firmeza a mi amigo Raulacho. Me consta. La he visto colgada del brazo de un negro malagestado como si fuera su primer pololeo. Cara de palo camina por Provi con su pololito, como si no llevara cuatro años amarrada legalmente a mi compadre. El Raúl está haciendo el loco total. Pero, ¿cómo se lo cuento? O mejor dicho, ¿se lo cuento o no?

Lo peor es que la comadre se me anduvo insinuando a mí con todas sus letras, y si no fuera porque con Raúl nos criamos juntos y es mi mejor amigo, ahí mismo me habría embarcado con la mina, que tiene aspecto frío, pero es un volcán por dentro.

¿Sabe qué me dijo la rucia cuando le contesté que por ningún motivo? Que era tonto, porque otro iba a comer donde podía haber comido yo. Así me dijo. Yo encuentro que es el colmo.

Y cumplió. Ahora anda con el malacatoso y Raúl jura que la fulana lo adora. ¿Qué cree, Doc? ¿Muero en la rueda o abro la tarasquita?

LUCHÍN

Luchito:

Desgraciadamente, mi viejo, hay situaciones en que la gente, especialmente los hombres, tienen que morir en la rueda y no deben abrir la tarasca por ningún motivo.

Entiendo que Ud. esté indignado porque esa rucia le está zapateando con todo la nuca a su cumpa y anda como calcetinera, colgada del brazo de un perico más ordinario que Drácula con gutapercha. Sin embargo, como no es su señora, usted tiene que morderse la lengua y no soltar el chorro.

Aparte de que la tradición y experiencia indican que es mal negocio meterse en problemas de casados; cuando se cuenta una empanada de este porte, siempre está latente el riesgo de provocar la mansa ni que tragedia.

Suponga que le cuenta la papa a Raúl y éste decide lavar la afrenta y vengar su honor. Se conseguirá un revólver y agarrará a balazos a la infiel o bien a los dos tortolitos. ¿Quién será el responsable? Usted, pues mi viejo, por hocicón.

Las mujeres que le trabajan al adulterio juegan siempre con cartas marcadas: Saben que los amigos del marido no le darán a la sin hueso justamente por temor de desatar la Tercera Guerra Mundial. Claro que da una rabia negra, pero no hay que salirse del libreto.

Como la rucia se ha puesto demasiado fresca, no le quepa duda que el pobre Raulacho, aunque no sea conejo, las parará y la pillará. Entonces, que arda Troya, pero usted no tendrá ningún cargo de conciencia. Se despide con una mordaza...

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