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Crítica de cine: Flow, la sombra de un coloso

Con un presupuesto modesto pero un talento desbordante, la película de animación demuestra que la creatividad puede superar cualquier limitación, cautivando con su belleza visual y su emotiva reflexión sobre la adaptación, la coexistencia y la transformación en un mundo en cambio constante.

Ciertamente, Flow tiene la carrera ganada desde su génesis. No solo es una película con un gato adorable, lo que de por sí convoca a una parte no menor de la audiencia, sino que, además, su creación implicó probablemente el costo del catering de un mamut de la animación como Inside Out 2 de Pixar.

Flow también tiene otra carta que el exceso de dinero no garantiza: el talento para maximizar los 4 millones de dólares que sus creadores tenían a disposición. El director letón Gints Zilbalodis y un pequeño equipo lograron crear una aventura que aprovecha al máximo cada una de sus herramientas digitales, gratuitas y de código abierto, para dar forma a una verdadera obra de arte.

Mucho de lo anterior genera interesantes paralelismos con el elogiado videojuego Shadow of the Colossus, ya que ambas obras incluyen una narrativa minimalista y contemplativa, abordando historias con poca o ninguna exposición verbal. Flow se centra en un viaje en un mundo afectado por una gran inundación de la que se desconoce su origen, y donde los animales deben adaptarse, mientras que Shadow of the Colossus sigue a un protagonista solitario en una misión para revivir a una persona amada.

Obviamente, aquello no crea lazos en común de por sí, pero rápidamente me quedó claro que la película tiene demasiados nexos con las obras del estudio Team Ico. Algo que tampoco sorprende considerando que el propio director reconoció en una entrevista que está influenciado por Fumito Ueda, diseñador jefe de Shadow of the Colossus.

En esa línea, solo agregaré que ambas propuestas cuentan con una exploración de entornos naturales imponentes y desolados de humanos. En Flow, los escenarios acuáticos y oníricos evocan un mundo en transformación, mientras que Shadow of the Colossus sumerge al jugador en una tierra majestuosa con artefactos y señales antiguas que despiertan múltiples interrogantes sin respuestas definitivas. Sí, igual que Flow.

Las similitudes no terminan ahí, ya que los protagonistas de la película y del videojuego enfrentan un viaje de adaptación, marcado por la pérdida y la transformación interna.

Sumando el uso de silencios y la reflexión sobre la relación con el entorno, la coexistencia, el sacrificio y la supervivencia, todo lo anterior lo menciono porque Flow tiene una atmósfera y un sentido de maravilla ante lo desconocido que indudablemente me recordó a aquel ya clásico videojuego. Repito, sus historias no parecen tener mucho en común, pero sí conectan de formas muy llamativas en elementos tanto atmosféricos como temáticos, especialmente en la manera en que abordan el aprendizaje a partir de las consecuencias de los propios actos y la necesidad de afrontar los problemas, ya que estos no se resolverán por sí solos.

Todo lo anterior sirve para remarcar que Flow es una gran propuesta que cautiva visualmente y que logra conectar completamente con los rincones emocionales que aborda su historia, sin necesidad de diálogos para expresarse con claridad. En el centro de la película hay una revisión del ciclo de la vida y la idea de que lo bueno para uno puede ser malo para otro, pero también la necesidad de crear comunidad, sin importar que el mundo sea agraz.

En definitiva, Flow es una obra que trasciende su aparente sencillez para ofrecer una experiencia inmersiva y profundamente emotiva. A través de su estilo visual único y su narrativa sin diálogos, la película logra transmitir una reflexión sobre la adaptación, la interconexión y la belleza de vivir el presente. Cada encuadre, cada movimiento y cada sonido están diseñados para sumergir al espectador en un mundo en constante cambio, donde la supervivencia y la convivencia se entrelazan en un viaje visual cautivante.

Y más allá del paralelismo que traje a colación, lo más importante es que Flow brilla por mérito propio como una propuesta artística que demuestra que la creatividad y el ingenio pueden superar cualquier limitación presupuestaria, dando como resultado una obra que no solo cautiva visualmente, sino que también deja una huella duradera en el corazón.

Flow ya se encuentra en cines.

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