Volantinero aprendió el arte de su abuelo y mantiene la tradición

Fue cuando tenía cuatro años y pasaba largos períodos con sus abuelos, que Boris Prado se sumergió en el apasionante mundo de los volantines. Su abuelo,  Guillermo Prado, fue un artífice en este tema, y tuvo como pasión todo lo que volaba. "Él llegó a ser profesor de aeronáutica en la Fuerza Aérea y se formó de manera autodidacta. Era parte de una familia pobre y tuvo que estudiar solo. Compraba libros de aerodinámica en idiomas extranjeros y los mandaba a traducir. Era tal su pasión, que hizo un estudio de la ingeniería del volantín", relató Prado.

Los estudios de Guillermo lo llevaron a descubrir interesantes cosas sobre los volantines, como que lo mejor era sacarle la cola, "pues  comprobó que al no tenerla, el volantín se vuelve más maniobrable y liviano", dijo el nieto. "La cola es un parásito, decía", añadió.

Según Boris, su abuelo "logró hacer del volantín un objeto 'tripulado' desde tierra".

Siguiendo el legado

Eran tiempos en donde en Chile se competía tanto a nivel nacional como internacional, cuando el abuelo de Boris creó el carrete que llevaba el hilo curado.

"Pero con el crecimiento demográfico de Santiago se perdieron los espacios para encumbrar los volantines, por lo cual -tras varios accidentes- se estigmatizó el hilo curado", añadió Boris.

Guillermo Prado falleció el 2003. "Él quería que alguien en la familia heredara el arte del volantín y yo lo asumí de manera anónima", relató Boris.

Todo coincidió con que lo llamaron de la Feria de Artesanía que hace la Universidad Católica, hace más de 40 años previo a Navidad, para ver si podía participar y aceptó. Inmediatamente tuvo el reconocimiento de los organizadores y del público.

La sorpresa

Hurgando entre las cosas de Guillermo, Boris encontró más de cinco mil pliegos de papeles alemanes que importó especialmente. "Pensé: 'Hay que sacarles provecho' y tomé de manera responsable la tradición", dijo.

Guillermo Prado era un hombre muy exigente "y eso me llevó a perfeccionarme. Me puse detallista, como él. Seguí sus pasos, hasta hoy", comentó.

Varios tipos

Boris Prado fabrica diferentes tipos de volantines, los que son para encumbrar -que hace por encargo- y los de colección.

- Los hay con diseño abstracto, basados en el universo, el cosmos, geometría, animales e insectos. Son de exposición y se hacen como se fabricaban antiguamente, con una técnica que se llama calado, que cada día se practica menos y los maestros que la conocen han ido falleciendo.

- Requieren mucho trabajo y en hacer uno se puede demorar entre una hora a cuadro días, dependiendo del diseño.

- Confeccionar un volantín implica elegir el material correcto, hacerlo de una medida acorde (49 a 53 cm), pensar un diseño, tener la tensión perfecta del madero y equilibrarlo.

- El volantín de hoy es más pequeño (45 a 47 cm) porque ya no se imprime papel más grande.

Para regalar en el extranjero

Boris Prado cuenta con una clientela fiel que lo siguen hace 15 años por cada feria de artesanía en la que expone y recibe visitas en su taller (Irarrázaval 1628, Ñuñoa. Teléfono 9 8 625 69 12).

"Tengo muchos clientes que me visitan en la Feria de la UC y van en búsqueda de volantines de colección -que vendo enmarcados-. Los usan para decorar sus oficinas o casas, hasta para regalos de matrimonio", relató.

Y es pensando en los clientes que diseñó un volantín pequeño. "Saqué, una versión en miniatura de 10 x 10 cm, y es el que más se llevan quienes quieren llevar recuerdos al extranjero", añadió.

Además, los coleccionistas pueden comprarle las tradicionales y antiguas cometas, juguetes aéreos y 'pavitos', que son de 50 cm, más lentos y necesitan un hilo más grueso para elevarse.

Como Prado no quiere que el oficio volantinero se acabe, dicta talleres en colegios y universidades.

COMPARTIR NOTA