Así funciona el cerebro que maneja al Metro de Santiago
Después de chantar una clave ultra secreta, en el séptimo piso del edificio corporativo de Metro, ubicado en la estación La Moneda, se abre una puerta que llega directo a su cerebro.
Se trata de una sala igualita a la NASA, donde trabajan 160 humanos junto a pantallas gigantes que monitorean cada movimiento del pategoma. Incluso se puede ver a los que se besuquean, bostezan o se rascan la axila en medio del vagón.
“Este es el centro neurálgico del Metro, donde velamos por operar de forma segura y eficiente toda la red con sus cinco líneas”, cuenta Raúl Strappa, subgerente de control de operaciones.
Y es que para mover el choclón de 2,5 millones de personas al día, el tren de Santiago necesita tener un cerebro escurrido y bien organizado que no colapse en las horas de mayor estrés.
Así, al igual que los computines que calculan el lanzamiento de satélites y cohetes, en el Centro Integrado de Control (CIC) se monitorea la frencuencia y seguridad de 165 trenes.
Para que se haga una idea, los 103 kilómetros del Metro tienen un consumo eléctrico equivalente a lo que gastan los domicilios de todo Valpo y Viña.
Este cerebro nunca se apaga y funciona las 24 horas del día durante los siete días de la semana. Para eso, las 160 personas se dividen en turnos de cuatro grupos.
También está en constante comunicación con las 108 estaciones. Incluso, tienen un lenguaje propio para avisar emergencias, como desmayos de personas y otros casos más peludos.
Aunque se tratan de códigos secretos, soplaron que cuando por los parlantes se escucha “A1” es porque necesitan que el jefe de estación se presente en boletería.
Además, trabajan directamente con Carabineros, servicio de ambulancia y Bomberos.
LOS PELIGROS
Los humanos que trabajan en este comando tienen que estar con las pepas bien abiertas para cachar cualquier situación anormal.
Y de esas sí que hay varias. Desde pajarones que accionan el freno de emergencia por las puras hasta curaítos que hacen pipí en las vías del tren.
"Nos ha pasado que gente que viene de fuera de Santiago no lee las instrucciones y cruza por los rieles hacia el otro andén, o simplemente bajan hasta las vías para recoger algo que se cayó", asegura Strappa.
Según dicen en Metro, cuando una línea se para, sacando ronchas en la barra, "no se debe a fallas mayormente del CIC, sino a imprudencias de este tipo".
Por eso, piden a los pasajeros estar ojo al charqui mientras utilizan el transporte. “Los clientes también nos ayudan a lograr un mejor servicio”.
Cuando en 2018 se sumen las líneas 3 y 6, el pategoma tendrá que duplicar su cerebro para seguir operando.
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