"Boboshanti" tiene en las nubes a Villa Alemana

"Boboshanti" no es una nueva marca de chicle o el nombre de una teleserie centroamericana.
Se trata de un movimiento rastafari, que significa Niños de África que cantan o aclaman al dios de Etiopía.
Fundado en Jamaica por el príncipe Emmanuel Charles Edwards en 1958, la corriente que utiliza turbantes, dread-locks y que hace tres oraciones diarias a Jah (Dios) ha pegado con fuerza en Chile.
Tanto es el boom que en el sector de Las Vegas, en Villa Alemana, existe el único cuartel latinoamericano de la orden llamado Congreso Negro Internacional Etíope Africano.
La Cuarta no quiso que le vendieran humo y partió al lugar para conversar cara a cara con los "honorables profetas", como es el mote que utilizan entre ellos.
En la puerta nos recibió Alex Neira, de 25 años, proveniente de San Felipe y que está desde los inicios en el cuartel, creado en el 2006.
"Bendiciones, hermano", es lo primero que nos dice con la mano en el corazón y una sonrisa de oreja a oreja.
Con cerca de 50 integrantes, entre hombres, mujeres, niños, los objetivos de la orden son claros: "libertad, redención y repatriación del hombre negro, son nuestros objetivos internacionales y los que defendemos", afirmó Neira.
El profeta, que se levanta a las 5 de la mañana y se ducha con agua helada como el resto de los miembros del movimiento, nos explica cuál es el fin de la corriente rastafari.
"Nosotros queremos que los hombres no sufran y queremos que vuelvan a África, donde pertenecen", contó.
La comunidad vive en un pequeño cerro para seguir los pasos establecidos en las escrituras, ya que según ellas debían buscar un cerro sagrado, y poder estar lejos de la contaminación porque "en las alturas no llega la polución y no queremos contaminarnos".
Las mujeres casadas, que son llamadas "emperatrices" están con sus maridos y sus hijos en casas aledañas al cuartel, mientras que las solteras o "princesitas" pueden estar en el día en el recinto pero no quedarse a dormir.
Ahí tiene que pedir un huequito en alguna casa contigua al lugar.
Los niños en su mayoría no van al colegio y para no perder los años de estudios toman exámenes libres. Claro que si alguno tiene el deseo de asistir a la escuela puede hacerlo.
El único atado que podrían tener los "Boboshanti" con sus vecinos en el cerro es por la música a todo chancho, algo que se ha ido solucionando con el tiempo, aunque, según explican: "¿Qué es África sin música, sin tambores, sin alegría?... nosotros buscamos y queremos eso para todos".
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