Confesiones de una separada: "Cape nane tene tú... saliste tú"

La vida es circular, sobre todo cuando de hombres se trata. A veces estoy sola, de la soledad misma, y otras parezco estrella de fútbol… más de un club quiere mi pase. Pero como no tengo manager -algo así como una bola de cristal-, me toca escoger... digamos que, por esencia, soy indecisa, así que al igual que de niña recurro al "cape nane tene tú…".

El primer candidato para quedarse con mi pase es el basquetbolista, lo conozco desde los 12 años y estaba en el box de urgencias -donde costaba encontrar un pedazo de mi piel sin moretones tras rodar los 14 escalones de la escalera de mi casa- recordándome que no estoy sola en el mundo y que él "ES" mi príncipe azul, sólo hay un detalle tengo que volver a la provincia -ese Chile profundo del que salí a los 18 años-, dejar de trabajar, administrar una casa y tener nana 24x7. Y, por supuesto, olvidarme de la mini y el bikini.

El segundo, un pintor. Si el primero sigue diciéndome "MI pequeñita" -quiere ser mi dueño-, para el artista soy "CR". Lo conocí a los 21. Tenía que hacer un trabajo sobre los museos; algún profesor creativo quería que fuera culta. Tras un "hola, soy Clara del Río, podría hacerte una entrevista….", nos encontramos en la Plaza Ñuñoa. Amor a primera vista. Me ve y suelta un "hola, CR"… -me acordé de JR, el malo, malo, de Dinastía, la serie que en los '80 todos veíamos.

Mientras mis compañeritas entregaron sendas investigaciones, con una media de 20 páginas, la mía tenía cuatro, incluida la portada. Escribí un artículo del museo del pueblo donde nací, una casona colonial que quedó en el suelo tras el terremoto del '82 y la poca colección de arte que sobrevivió al 7,8 de ese domingo 3 de marzo, que dejó 7 de cada 10 casas de adobe en el suelo en la VI Región, estaba en la Casa de la Cultura a la espera de fondos para levantar un nuevo museo. Consideraba, junto a mi nuevo amor, que el artículo era perfecto: pero el 3 que me puso el profe me convirtió en ejemplo de la flojera, hasta el día de hoy un mito viviente de su clase -aunque reconozco que me respeta, sólo habla de una estudiante del campo.

Nuestro romance duró cinco intensos meses. Desde que nos conocimos, nunca más volví a dormir sola. Si vendía un cuadro, nos íbamos a la playa, y cuando él tomaba los pinceles, yo también pintaba, pero, al igual que los niños, con lápices de colores. Antes de partir a Italia a perfeccionarse, me dejó su colección de libros de fantasía -C.S. Lewis y Tolkien-, cuyas páginas leíamos todas las noches. Pese a mis 21 y a sus 28, éramos dos adolescentes. Él partió la primera semana de septiembre, yo tenía pasajes para el 30 de octubre -imposible olvidar la fecha. Nunca abordé el avión, quería terminar la universidad. Nos escribíamos, cartas iban y venían, hasta que un día dejamos de hacerlo… cada uno tomó su rumbo. Él vive en la Provenza francesa y yo terminé la universidad. Ambos estamos separados y tenemos dos hijos, coincidentemente de las mismas edades.

Ahora está acá, no sé ni él sabe por cuánto tiempo, con él todo es relativo. Creo que por esta vez, no usaré el "cape nane tene tú…"

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