Casa milagrosa fue la única que se salvó en Santa Olga

Hace 5 años la vida les pegó duro a Elizabeth Navarrete (38) y Claudio Loyola (37). Perdieron a su bebé de 6 meses producto de un problema hepático. El mundo se les vino abajo. "Panchito era un ángel maravilloso. Aparte de terminar devastados por su muerte, quedamos sin ni un peso por el tratamiento médico. Fue terrible, una pesadilla", cuenta la madre.

La pareja ya tenía un hijo (actualmente de 16 años) y la depresión no les podía ganar. El obrero forestal y la temporera trabajaron duro por años y tuvieron otro niño (de 3). Lograron salir adelante e incluso amononaron la casita donde viven hace 14 años en la villa Santa Olga, distante a 15 kilómetros de Constitución.

"Fueron años de esfuerzo para salir del pozo. Panchito nos ayudó desde el cielo para reconstruir nuestra linda familia. Pasamos momentos muy complicados", relata Elizabeth mientras muestra una foto del retoño fallecido.

Y precisamente a la intervención de su amado bebé atribuyen lo que les ocurrió la noche del miércoles. Su vivienda de material ligero fue la única que quedó intacta tras la tragedia que, en cosa de horas, acabó con mil casas en la población de la Región del Maule.

"Las llamas nos estaban rodeado esa noche y logramos salir. Nos fuimos a la casa de unos parientes a pasar la noche, tras ser evacuados. Cuando regresamos en la mañana, no lo podíamos creer al ver que nuestra casa estaba igual a cómo la dejamos. El fuego sólo alcanzó a tomar unos tubos que  la rodeaban. Nada más. Estamos seguros que Panchito la protegió", afirma Loyola, quien, pese al "milagro", está angustiado porque no sabe qué pasará con su fuente de ingresos.

"La habíamos dado por perdida. Vimos cómo las lenguas de fuego se acercaban y era imposible pensar que nuestra casa se salvaría. Ya estábamos resignados", añade el hombre.

Ahora le echa una mano a sus vecinos

No sólo la pérdida de su trabajo tiene aproblemado al obrero. Las cinco casas colindantes a la suya terminaron reducidas a cenizas. En todas vivían parientes y cercanos.

"Mis hermanos y sobrinos perdieron todo en el incendio. Ahora se están quedando en nuestra casa. Pero esto es temporal y ya tenemos que ponernos a trabajar para levantar esas casas", dice Loyola, quien aún mira incrédulo su hogar.

La "casa del milagro", como ya la llaman en la zona, además se convirtió en uno de los centros de acopio. Allí la familia recibe ayuda en agua y víveres para los 5 mil damnificados de la Santa Olga. "Cuando nos evacuaron de la casa dijimos: 'si una casa queda en pie, la ocuparemos para recibir a la gente o ayudar'. Y Dios me mandó esa labor a mí. Debo responder por mi gente", remata Elizabeth.

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