La Cuarta Dimensión: El castillo del diablo
En Talcahuano todos quienes querían encontrar a Lucifer, sabían donde hallarlo. Cerca de la bahía de San Vicente, el demonio se aparecía para marcar presencia en los terrenos de la Quinta Santa Leonor, un sector donde todos le temían.
Cada noche los ruidos no dejaban dormir al barrio. Gritos escalofriantes retumbaban en toda la Quinta Santa Leonor de Talcahuano, pero nadie se sabía desde dónde venían con exactitud.
En la inmensidad del largo campo, lenguas de fuego aparecían de la nada, lo que hizo crecer los rumores de que una fuerza sobrenatural habitaba el sector, causando temor entre los vecinos, que intuían la presencia de un ser extraño.
Un amplio portón separaba el campo de la calle, aunque lo que más llamaba la atención era un castillo de lujo donde pasaban cosas extrañas. La propiedad fue creada por inmigrantes alemanes que llegaron a fines de 1800. Siempre causó la curiosidad de quienes la miraban desde afuera, más aún cuando los rumores de que el diablo vivía ahí se hicieron más fuertes.
Durante las noches, varios incautos llegaban buscando la compañía del señor de las tinieblas. Él, con su traje negro impecable y dentadura de oro, los recibía con rostro condescendiente a la espera de sus alma. Gritando a todo pulmón, la gente buscaba al diablo, que salía entre los matorrales para hacer tratos con los malaventurados.
Así se fue propagando el nombre por el que todos conocieron a la hacienda, "El Castillo del Diablo".
Luces que se prendían y apagaban, objetos que rodaban por la escaleras, mientras un olor a azufre se esparcía por todo el campo.
Quizás ese fue el motivo de que el lugar no tuviera fortuna. Los dueños fueron pasando y el estigma negativo fue quedando en el sitio. La presencia de una fuerza maligna hacia que nadie quisiera pasar ni cerca del sitio, que con el tiempo se volvió un lugar eriazo y descucuidado.
Como ya no habían moradores, comenzaron los robos. No hubo diablo que salvará a la Quinta Santa Leonor, que se fue deteriorando hasta al punto de llegar a ser un peligro para los vecinos.
El castillo se desmoronó y el terreno quedó vacío. Sólo el arco de piedra se mantuvo en pie. En San Vicente dicen que es la entrada para conversar con el diablo: quien pasa el portal deberá atenerse a las consecuencias.
El guardián de las tinieblas sigue merodeando el lugar. Destellos de luces rojas aparecen en la oscuridad para darle pleitesia en el horizonte. Pese a que el diablo perdió su castillo, su presencia se mantiene en Talcahuano.
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