Ninguno de los que laburantes que estuvieron presentes en la Plaza Haymarker el ya histórico 4 de mayo de 1886 imaginó que los trágicos sucesos que vivirían sentarían las bases para la celebración mundial, en el futuro, del, como se conocería después el Día Internacional del Trabajo.

En ese lugar se desencadenó lo que se conoce como la Masacre de Chicago , sangrienta mocha entre manifestantes y policías a raíz del explosivo aumento de la organización de obreros y empleados, cuyos piteos gatillaron las crecientes demandas de justicia social.

Y es que tres días antes los barreros pop de la Federación de Sindicatos Organizados y Uniones Laborales de Estados Unidos y Canadá le dieron el "vamos" a una huelga en demanda de 8 horas diarias de laburo, 8 horas de reposo e ídem número de horas de recreación, cuyo antecedente se encuentra en 1836, con la primera huelga declarada por los carpinteros de Filadelfia.

En la Plaza Haymarker la trifulca se desencadenó cuando caldeados trabajadores demandaban mejorías en sus salarios, reconocimiento de sus entidades, sufragio universal, y, más que nada, el establecimiento de ocho horas de pega al día.

Tras los disturbios fueron ajusticiados en la horca los dirigentes Albert Parsons, Augusto Spies, Adolfo Fischer y George Engel, el 11 de noviembre de ese año. Caídas las hojas del calendario, sus figuras se convirtieron en verdaderas leyendas para el sindicalismo mundial.

LA TRAGEDIA

Ochenta muertos y cientos de heridos fue el trágico saldo de la arremetida policial. Un juicio que la historia considera como bastante extraño e injusto, derivó en la condena a la horca para los mencionados líderes obreros, de un movimiento conformado más que nada por operarios de fábricas textiles. Parsons, Spies, Fischer y Engel fueron ejecutados en la Plaza Haymarker después que los apresaran junto a otros cuatro guaripolas de los trabajadores. Spies estaba a punto de lanzar un encendido discurso ante la muchedumbre, lo que no alcanzó a hacer por la llegada de un contingente de alrededor de 80 policías.

En medio de la trifulca vino un bombazo, que abatió a un guardia y a varios obreros. Les echaron la culpa a los promotores de la concentración, que perdieron la vida, pero posteriormente fueron reivindicados cuando la jefatura policial a cargo de frenar el acto confesó que el artefacto explosivo no salió de los dirigentes, y que se urdió meterlos en el baile, con la chiva de su culpabilidad.

Para remachar la inocencia de los sindicalistas, el procurador del juicio afirmó que un desconocido fue utilizado para el bombazo.

Pero en la institución del Primero de Mayo, como Día del Trabajo, no sólo fue resultado de la Masacre de Chicago. También tuvo mucho que ver el acuerdo de un congreso mundial de trabajadores, el 1 de mayo de 1890 en París; e incidió otro mitin de obreros, el 1 de mayo de 1816, en que se pidió sufragio universal y una jornada de 48 horas semanales para las hilanderías.