En la esquina de José Victorino Lastarria con Villavicencio, un hombre con guitarra al hombro se prepara para tocar una canción. A pocos metros, dos mujeres y un hombre conversan sentados en la calle con sus distintos productos arriba de una pañoleta. A pasos se ve el cine "El Biógrafo". Al ingresar, hay una mujer detrás del mesón y a su lado el ya tradicional tablero de madera, que en esta ocasión se encuentra con todos los papelitos, ya que no hay ninguna persona en el cine. "Damos las proyecciones, y no hay nadie. A veces entra una persona", relata resignado Lorenzo López, que hace de cajero, acomodador y proyectista.

"Está complicado, por suerte el patrón hasta el momento nos puede pagar, pero nosotros también vivimos de la propina y con esto no hay nada. Hemos perdido cerca del 99% de la gente que venía, imagínese que gastamos más en locomoción que lo que ganamos con las propinas, porque tenemos que tomar taxi, uber, porque no hay en qué irse", se lamenta.

Luego saca de un bolsillo interior de su chaleco un torpedo. "El presidente tiene que arreglar los sueldos, pero no sólo decirlo, tiene que hacerlo ahora", comenta.

Al salir del cine, ya son cerca de las 16.30 y hay una aparente tranquilidad. Muy pocos turistas caminan por el sector, y ya se siente en el aire las lacrimógenas. Juan Francisco Acosta, uno de los socios de "La Barrita Sanguchera", en pleno barrio Lastarria, revela que "es súper complicado porque no hay ningún día que uno pueda trabajar tranquilo. Estamos todo el día con la incertidumbre de a qué hora va a quedar la escoba, porque tenemos que guardar todo y salir arrancando. Todos estamos en la misma, incluso mis amigos hoteleros del sector están complicados porque tienen cancelación de cien por ciento".

Juan Francisco comenta que ya no siente la lacrimógena y que "en el día nos hemos salvado con los almuerzos, pero en la noche, que antes venía mucha gente, no ganamos nada". Sobre el actuar de Carabineros, plantea que "muchas veces no han tenido criterio. El otro día había sólo un manifestante, tiraron lascrimógenas, estaba lleno y quedó todo vacío".

Claudiña Peña, que lleva años trabajando en la tradicional feria artesanal que está cerca de Merced, cuenta que "con todo este acontecimiento se fue toda la gente. Nuestra meta siempre eran 100 diarios, 80, pero hoy saqué sólo cinco mil". Sobre cómo ha sido la dinámica estos días, Claudiña detalla que "el indicador es cuando la gente camina rápido. Ahí guardamos las cosas y nos vamos".

Una situación que se repite en distintos lugares. Con la baja de público, son varios los locales de comida que están prácticamente vacíos en la noche. Algunso incluso prefiren no hablar por temor a sufrir destrozos a sus locales. Y de día la cosa tampoco es tan positiva.

Judith Tiznado, trabajadora del Emporio La Rosa, revela que la clientela bajó más del 90%. Además, por estar cerca de Plaza Italia están en constante alerta. "Teníamos unos maceteros con flores, otro tipo de mesas, y todo eso se quemó en una protesta. Unos compañeros resultaron con heridas, a otros, que son venezolanos, los trataron súper mal. Hay una compañera que sufre de crisis, ve una protesta y sale arrancando". Agrega que "los que destruyen todo no son manifestantes, los que vinieron acá estaban todos encapuchados".

Aunque en la mañana y gran tarde de la tarde Lastarria está relativamente tranquilo, la cosa cambia a partir de las 19.00. Andrés Allende, quién trabaja haciendo yoga y además vive en el lugar, confiesa que "es todo intenso. Comienzan a tirar lacrimógenas, hacen encerronas. Me siento reinseguro en mi propia casa, ya no sabemos quién nos va a proteger". A pesar de todas las dificultades, Andrés comenta que "no vamos a bajar los brazos. Si muchos no pueden pagar, puede ser aporte solidario, nosotros vamos a continuar".