Gallo Parado sufre el desprecio de gallinas faranduleras porque no puede pisar

El Gallo Parado malvive en Patagüilla, una localidad próxima a Santa Cruz, en la Región de O'Higgins. Representa cualquier cosa, menos la altiva imagen de tenor matutino e insigne pisador que muestran sus congéneres en todos los gallineros del mundo.
El plumífero provoca lástima en el vecindario y desprecio entre las gallinas que cría doña Carmencita Pérez Pérez, porque su sola existencia denigra su raza.
Es una pobre ave que más semeja un pingüino que el símbolo heráldico de Francia, logotipo universal del peleador agresivo y máquina sexual. Ese mismo que, gracias a la viril elegancia de su cresta roja, su espolón presto y afilado -como el puñal de un cogotero- y su pico corto pero insaciable, duerme en el palo más alto del gallinero para sentarse sobre el resto del universo avícola.
En Patagüilla, tierra de machos, el Gallo Parado está más desubicado que la hormiga que volvió a casa con una sacarina al hombro. No da para plumero y menos para parrillada o cazuela. Sólo el Chupacabras sería capaz de hincarle el diente.
Lo bautizaron Gallo Parado porque nació enfermo y camina erguido como poste. Esta posición le impide pisar (aún es virgen), picotear el grano y hasta beber. Cuando lo intenta se va de espalda el loro o de cabeza, razón por la cual tiene el pico convertido en pebre.
- Mi marido no lo quiere ni siquiera tirar a la olla. Que se muera de viejo el pobre, me dice.
Doña Carmen le tiene cariño al discapacitado y su otro gallo, Claudio, lo odia, pero no se queja por el exceso de pega. Como su compañero no se la puede, él solo debe pisar a las 36 cocorocas de los Pérez, desde las inexpertas pollas hasta las exigentes viejas cluecas, que ya tienen pelado el poto, la espalda y la cabeza. Mil veces pisadas y sueltas, como buenas gallinas ponedoras.
Como en el gallinero no es querido, el pobre Gallo Parado vive bajo una camioneta. Carmen cuenta que varias veces se ha puesto delante del vehículo, marchando como guaripola de un inexistente regimiento, y también ha tratado de picotearle los ojos al gato de la casa.
Estos temerarios episodios han sido interpretadas por la familia como claros intentos de suicidio aviar. La depre y la angustia están matando al Gallo Parado.
"ES UNA MUTACIÓN GENÉTICA", AFIRMA VETERINARIA POP
Con sólo observar la imagen del Gallo Parado, sin ponerlo bajo el microscopio, la veterinaria Daniela Navarrete Colque estimó que fue víctima de una jugarreta genética.
La profesional descartó, al ojo, cualquier otro tipo de enfermedades emparentadas con el raquitismo o una lesión en el chasis, la quilla o los trutros.
"En estos casos -sostuvo con la piel de ave-, la mutación puede achacarse a algún metabolito tóxico que su madre ingirió junto con su alimento. Un pesticida, por ejemplo. En los seres humanos la exposición a los rayos equis o la ingesta de sales de cobre o plomo pueden dañar el material genético y provocar mutaciones con resultados parecidos al que presenta el pobre cocorocó de Patagüilla".
J.Pinto / M.Vega
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