Guardia conoció al Chupacabras y peló el cable: Le hizo un dibujo y una poesía

La mayoría de los humanos comunes y corrientes detestarían encontrarse, aunque sea en pesadillas, con el siniestro "Chupacabras". Pero todas la reglas tienen su excepción.
Sí, porque para el guardia de seguridad Alfonso Lavín S. (53) la traumática experiencia de atisbar en vuelo rasante a la mítica bestia depredadora se transformó en un momento sublime e inolvidable. Un instante que le sirvió de inspiración poética para volcar todo su talento, al más puro estilo del escritor estadounidense Edgard Allan Poe, en una oda dedicada al horrible bicho.
"Estaba de guardia en una noche tibia de verano y de pronto veo tres sombras volando como a 50 kilómetros por hora. Ahí me di cuenta que eran tres especímenes terroríficos, mucho más grandes que un cóndor. Adelante iba el padre, luego la madre y atrás el hijo", señaló Lavín.
El centinela estaba en un pequeño valle que se forma entre los cerros Colorado y Renca, en Quilicura, cuando vio a la extraña bandada cruzar el cielo desde el norte al sur.
ODA
Al comienzo le daba vergüenza contar lo vivido, pero como los recuerdos eran tan nítidos tomó lápiz y papel, y escribió estos versos:
" Miraba el cielo, a las estrellas / Siempre esperé saber algo de ti / Hiciste daño a algunos / ¡Oh Chupacabras! te dejaste ver aquella vez / Pensé en dar la alarma pero algo me contuvo / Al verlos tan unidos: Papá, mamá y Benjamín / Quizás no existan más familias como la tuya".
El clímax de la creación en verso libre se expresa en la segunda parte:
"No quise que todo hombre que tuviese un arma / Los buscase para destruirlos / Desesperados por fama/...No fue fácil aceptar lo que vi / Tan gigante que das temor / Por tu fuerza y rapidez en el vuelo / Espero que no te hagan daño / Si te encuentran en lo tuyo Chupasangre".
PANZÓN
Don Alfonso cuenta que tras un tiempo, un amigo los vio volar de regreso, pero le daba lata confesarlo por el "qué dirán". Subraya que en ese lapso la bestia alada asoló algunas granjas de San Fernando. Como los recuerdos eran imborrables, él los dibujó, aunque reconoce que los bosquejos no son muy exactos.
- ¿Cómo describiría a las bestias?
- Tenían cabeza de murciélago, frente ancha y alas grandes, de un metro y medio. Las orejas eran redondeadas en las puntas, con forma de radar. Y las guatas eran bien gorditas.
- ¿Y sus ojos?
- Tenían una cara terrorífica. La mirada era tan penetrante que asustaría al más valiente. El más grande era como de 4 metros, la hembra de unos 3 y el hijo de 2 metros.
Ronald Henríquez M.
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