La Cuarta policial: la época dorada de la lupa “pop”

Detrás de amplias coberturas a diversos casos policiales que marcaron los inicios del “diario popular”, hubo una serie de elementos que propiciaron el éxito. Desde el talento, ingenio y olfato de sus redactores, hasta el aporte de dateros oficiales y anónimos.

“Matan a cuñado por feo y rasca”. “Lidió toro con mantel: Q.E.P.D.”. “Asaltante de banco paró las chalas en Plaza Italia”. “Se ensañó con el que le ‘ocupaba la cama’”. “Asesinó al primo por pelar a esposa”.

Apenas un puñado de titulares dan cuenta de los variopintos casos policiales que, durante décadas, marcaron las portadas y coberturas de La Cuarta. Crímenes, asaltos o tragedias que, en más de una ocasión, sólo se podían leer -con lujo de detalle- en las páginas del “diario popular”.

Desde su primer ejemplar, en noviembre de 1984, el compromiso quedó establecido: acercarse a las poblaciones, conocer los problemas de la barra pop y atender sus necesidades y temores. Muchas veces, vinculados a todo tipo de delitos.

Como cuenta el periodista Claudio Espinosa Molina (81), histórico primer reportero policial del diario, las víctimas, familiares y testigos se acercaban a su escritorio (o cuernofoneaban desde el anonimato) para denunciar algún ilícito, revelar una teoría o incluso echar al agua al autor de una fechoría.

Tal como Alberto “Gato” Gamboa y Diozel Pérez, fundador y primer director de La Cuarta, respectivamente, Espinosa trabajó “Firme junto al pueblo” en el extinto diario Clarín. Su pluma, además, se pulió en distintos medios de comunicación a nivel nacional e internacional (Colombia).

Para mediados de los 80, el también autor de “Crímenes sexuales en Chile” y “Los más sensacionales crímenes en Chile” parecía ser el periodista indicado para revivir la crónica roja en la prensa nacional. En aquel momento se encontraba en La Tercera y fue “seleccionado” para el nuevo proyecto de Copesa. Brilló desde el principio.

Con especial énfasis en las noticias policiales, el éxito de La Cuarta fue inmediato. “Hicimos un diario que causó revuelo en todo el país, que se vendió en dos patadas. En una semana ya estábamos vendiendo en todo Chile, cosa que impresionaba desde el punto de vista periodístico”, destacó Alberto Gamboa, al mismo diario, el día que el ministerio de Educación le otorgó el Premio Nacional de Periodismo en agosto de 2017.

En el caso de Espinosa, el compromiso de dejar las patitas en la calle fue siempre a la par de un talento innato. Identificado el tema y reporteados los detalles, restaba el exiguo paso por la máquina de escribir, donde destacaba por su espontánea creatividad. Así lo recuerda:

“Para mí era fácil. Para mí era divertirme. Siempre he dicho eso: yo no trabajé 30 años en La Cuarta, yo me divertí 30 años. (Lo hice) Sin ningún tipo de censura, sin ningún tipo de amarre. Me iba a las 5 de la tarde y empezaban las tallas y las pifias (de los colegas), y yo decía sobrado, de pesado: Qué culpa tengo de ser tan rápido, si ustedes son aprendices de la máquina de escribir, pobres huevones. Así me divertía”.

Uno de los íconos de los primeros años de La Cuarta asegura que las noticias que se redactaban en aquella época “tenían sabor y chispa”. Además, cuenta que los temas policiales “eran la base, el pilar del diario. Era el titular obligado de mañana. De todas maneras tenía que ir un título policial (en la portada). Había que rebuscárselas”.

Contactos claves

“Yo tenía muchos amigos en Investigaciones, entonces si ocurría un caso a las 10 de la mañana, corrían todos los reporteros y salían... yo no me apuraba, ¿para qué me iba a apurar? Llegaba a las 3 de la tarde a la BH (Brigada de Homicidios) y hablaba con el jefe. Me contaba todo y ya solucionado el caso. A las 10 de la mañana, cuando se comete el crimen, nadie sabe nada, pero a las 3 de la tarde se sabe todo”, afirma.

Con el correr de los meses, la confianza y deferencia de los lectores también aportó a la causa de publicar “exclusivas”. Incluso a resolver crímenes...

“Por primera vez se registró un homicidio desde un automóvil en marcha a otro automóvil en marcha en Conchalí. Los protagonistas eran chatarreros, de estos que acumulan vehículos viejos. Ya, poh, entonces yo llego al diario y un señor preguntó por mí. Cuando me logró ubicar me dijo acuérdese: Gallastegui, chatarrero. Nada más. Después yo hablo con la policía y les digo ¿saben quién es el homicida?. No. ¿Cómo vamos a saber si fue hace dos horas el crimen?, me respondieron. El homicida es de apellido Gallastegui, les dije. Pucha, se rieron de mí y me preguntaron de dónde había sacado ese apellido. Bueno, yo hago mis investigaciones, les respondí. Finalmente, se comprobó que efectivamente así se llamaba el asesino”, cuenta Espinosa.

Una situación similar ocurrió en uno de sus casos preferidos: “En Las Vizcachas fue asesinada un día domingo una profesora. La denuncia la hizo su esposo, un médico veterinario. Denunció que su esposa fue asesinada y que alcanzó a ver al hombre, que era un hombre alto, con un tajo en la cara, moreno... y salieron todos a buscar al hombre alto. Le habían robado las joyas, el anillo de matrimonio, el reloj. Entonces, era ‘el hombre alto’. Empezó a investigarse la cosa y resulta que este médico llegaba a la BH y preguntaba ¿Cómo va la cosa? Háganle justicia a mi flaquita. A todo esto llegaron dos hermanas de la víctima a hablar conmigo y me dijeron: ¿Sabe qué? Mi papá, el año pasado, le regaló un revólver (a la hermana fallecida) porque hay mucho peligro en Santiago.

De acuerdo al experimentado comunicador, las mujeres procedieron a detallarle con lujo de detalle las características del arma. Con esta información, regresó a la policía.

“Hablé con el jefe que hablaba siempre. Le pregunté por qué no agarran al hueón, si él es el culpable. Me dijo que no tenían evidencia. ¿Y cuál sería la evidencia más importante?, insistí. La pistola, el revólver, me dijo. Ya, ¿sabís cuál fue el revólver?... Y se lo describí. ¿Y cómo sabes tú?, me preguntó. Pero si yo soy reportero policial, le dije. Tampoco le iba a decir que la hermana me contó. Llamó y pidió la colaboración de los alumnos de la Escuela de Investigaciones. Mandaron a cien a Las Vizcachas y encontraron el revólver. Entonces, cuando volví a las 3 de la tarde a la BH, el jefe se asoma y me levanta los dos pulgares. Con eso me dijo encontramos la pistola, sabemos que el hueón es, ya lo agarramos y chao”.

Luego de escribir sobre el crimen del supuesto ladrón desconocido y dar a conocer el inesperado vuelco policial, el trágico suceso seguiría sumando capítulos, siempre en las páginas policiales de La Cuarta.

“Lo llevaron para la cárcel de Puente Alto. Quedó preso. Después pidió traslado a Linares porque tenía papá y mamá allá. Duró dos meses. El cargo de conciencia era tan grande que se suicidó. O sea, parte del suicidio se lo fabriqué yo”, cuenta Espinosa.

“Hinchas” de La Cuarta

“La Cuarta tenía muchos hinchas”. El primer dueño de la lupa cuarteril asegura que tanto policías, como jueces y políticos seguían con especial atención las historias del diario pop. Emblemático resulta lo ocurrido en Vicuña, tras el brutal crimen cometido por “El Chacal de Alcohuaz”, quien mató a una mujer y sus tres hijos en 1990.

“Llegué a Vicuña. Andaba haciendo de doble papel: de fotógrafo y redactor. Llegué atrasado; el juez ya había notificado al reo. Entonces, voy a hablar con el juez. Lo pedí a la mala. ‘Por favor, quiero hablar con don Arturo’, como que fuéramos conocidos de mucho tiempo. Me hacen pasar, me siento ante el juez y le digo que llegamos atrasados. ¿De dónde es usted?, me preguntó. De La Cuarta, le dije. ¿De La Cuarta? No me diga, si ese es mi diario favorito. ¿Qué se le ofrece?”, me respondió.

Luego de explicarle que faltaban fotos del asesino, el juez mandó a llamar a dos gendarmes para que trajeran al condenado. Al día siguiente, el diario publicó las imágenes exclusivas. “Fue una gauchada que nos hizo porque él era hincha de La Cuarta y había leído lo otro que habíamos escrito sobre el caso. La Cuarta tenía sus hinchas en todas partes”, sentencia.

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