La historia del pato que nadie quiere y que desfiló por la patria

Es bien normal que en un desfile se cruce un perro. Que el caballo haga sus necesidades y que el soldado o marino que va más atrás meta la pata en la bosta misma. O, por último, que al guaripola se le aparezca un gato negro y lo deje tiritón. Pero que de la nada salga un pato y, además, desfile, jamás. Bueno, eso, hasta ayer…
La primera vez de un patito en un acto conmemorativo se dio este viernes, en Arica, a pito del Día de las Glorias de la Infantería, día que debutó con feriado en la XV Región para recordar el Asalto y Toma del Morro. ¡Qué mejor manera para hacer estreno en sociedad!
Justo cuando levantaban las patulecas más de 200 huasos, encabezados por los amigos del Campeonato Nacional de Cueca, se apareció el pajarraco. Y ojo, que no es cualquier ave: se trata del Cormorán, popularmente conocido como Yeco (Phalacrocorax brasilianus para los más cuáticos), un socito del mundo silvestre que es considerado como plaga en la ciudad. Y todo porque su caquita impregna hasta la armadura de Iron Man.¡Puaj!
Por pinta, el pobre pato que dejó la patá, no le empata a nadie. Tiene una cola larga, es negro y gusta de instalar su humanidad en el alumbrado público. Le encanta estirar la patita arriba de las palmeras, techos, autos, cabezas… todo, todo lo que pase por debajo de su popín. ¡Ah!, y no hace cuac-cuac, ¡dice oinc! Algo así como un pato-chancho. Y al que se le ocurre comérselo, tiene que estar como una semana asándolo para que se deje masticar. Como que no lo quieren mucho.
Pero como el Yeco es orgulloso y no está ni ahí con que alguna vez dieran permiso para piteárselo, ayer bajó de un árbol y se puso adelante del portaestandarte. Y toda la ciudad lo vio.
Primero con odio, después con ternura. Haciendo el izquierda, izquierda, izquierda, derecha, izquierda con garbo, sólo le faltaba la bandera del Club de Huasos para hacerla completita.
Estuvo harto rato hasta que un suboficial del Ejército cachó que el pato estaba defecando en misa. El hombre lo miró. El pato también...
El militar lo quiso convencer a la buena, pero no había caso. Se hicieron un rodeo como que no quiere la cosa y el animal captó la indirecta y se quiso echar a volar. "Pa' dónde vai", dijo el humano, agarrándolo de las alas para sacarlo a la vereda. Del pato no se supo más, porque se fue a tirar la talla con sus hermanos. ¿Y el militar? Todavía se está jabonando las manos.
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