La historia de las almas perdidas de la torre Santa María

Si ese cigarro no se hubiese prendido esta historia no existiría. Pero los 80' eran los tiempos en que marcas como Advance y Hilton reinaban entre los fumadores. Ese simple pucho desató la tragedia un 21 de marzo de 1981, todo por un trabajador que no supo apagar el cigarrillo justo cuando se alfombraba el piso 12.
El fuego fue inmediato. En sólo segundos la mezcla de las cenizas, pegamento y terciopelo desataron la tragedia.
Los gritos de auxilio retumbaron en todo Santiago. Algunos intentaban bajar por la escalera, otros se agolpaban en lo más alto de la torre para saltar o estar lo más lejos de las llamas, mientras los menos afortunados tomaron la decisión de bajar por el ascensor.
La desesperación se apoderó del lugar y, con ello, la muerte emergió entre las candentes flamas anaranjadas que ya cubrían todo el sitio. Los primeros en perecer fueron dos maestros que estaban a cargo de alfombrar el piso. Otros tres funcionarios que escaparon por el ascensor. Atrapados, el fuego los alcanzó y los envolvió para siempre.
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Hubo dos que fueron traicionados por su conciencia. Un contador junto a un guardia eligieron saltar al vacío sin encontrar la lona de seguridad, mientras cuatro buscaron refugio en el piso 33, pero el maldito sube y baja se atoró en el piso 28 para no abrirse más y fundir en el lamento a cuatro inocentes.
Entre ellos estaba el bombero Eduardo Rivas Melo. A sus 23 años, el estudiante de auditoría de la U. de Chile llegó raudo al lugar junto a 13ª Compañía de Bomberos de Santiago. En su rol de voluntario comenzó su misión, intentar rescatar a la mayor cantidad de gente posible, pero el destino le truncó sus planes.
Mientras estaba a cargo de un grupo, el ascensor se paralizó. Sólo después de varias horas se pudo rescatar el cuerpo inerte del joven junto a sus acompañantes, pero sólo físicamente se fue, porque su alma continúo vagando por el lugar, intentando cumplir con el cometido de esa mañana sabatina.
Sagradamente, el espíritu del muchacho comenzó a deambular por la Torre Santa María. Desde que fue reconstruida, el hombre comenzó a pasear vestido con su casco de servicio y dispuesto a ayudar a quien fuese. Ya sea en el piso 12, en el ascensor o en la escalera de emergencia, el espejismo de Rivas parece vislumbrar como queriendo advertir a los trabajadores del lugar.
Hay días en donde un fuerte olor a humo se siente en el lugar, pero cuando los trabajadores se acercan este desaparece junto con el espectro del bombero. Algunos creen que el alma del héroe pasea por los pisos intentando cumplir su competido: salvar a quienes sufrieron con el incendio.
PARANORMAL EN LA TORRE
Pero ese no es el único hecho paranormal que se da en la torre. Y es que otros empleados aseguran que desgarradores gritos de auxilio se escuchan por todo el piso 12. ¡Ayúdame! ¡Sálvame! ¡Estoy aquí! Son las frases que han logrado escuchar con claridad quienes trabajan en el lugar, aunque nunca encuentran quien es el emisor de los mensajes.
Incluso, durante la construcción de la torre gemela a la Santa María, que lleva menos de dos años en pie, también hubo sucesos extraños, desde pérdida de materiales hasta apariciones de personas con peinados ochenteros, que parecían correr hacia la nada y que asustaron a más de un obrero.
TRISTEZA
El sitio quedó cargado por la tragedia y a 37 años de lo ocurrido, aún no logra cerrar el ciclo espiritual para el descanso eterno. Quizás, el bombero no se quedará tranquilo hasta que finalmente logre rescatar a una persona del peligro, los gritos no cesarán hasta encontrar la paz que fue arrebatada por el fuego y ese sentimiento de tristeza con desolación se marche sólo cuando los que partieron del mundo terrenal encuentran la paz perdida.
La Torre Santa María sigue en pie, mientras las almas buscan el descanso eterno. Habrá que en esperar cuánto tiempo más llegará el alivio para los desafortunados.
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