"Me decía te voy a darte veneno y no creí", cuenta huaso que salvo de cazuela mortal

Quiso la suerte que David Orellana Lastra no muriera envenenado con una cazuela endemoniada que le preparó su esposa, Rosa Arenas Maturana, en el chalet que comparten en Colbún, Región del Maule, aburrida -según ella- del calvario que vivía. El pato lo pagaron las mascotas de la pareja, dos perros y tres gatos, que quedaron tiesos al devorar los restos del ponzoñoso comistrajo.
- ¿Cómo conoció a su mujer?
- La conocí en la casa de un concuñado. La conocí a ella y al gallo que tenía, o sea, a su marido, disculpe.
- ¿Usted cree que ella atentó contra su vida?
- ¡Síiii! Ella atentó contra mi vida. El jueves por la mañana yo calenté la olla con comida y me comí dos o tres cucharadas. Ella la había dejado hecha de la noche anterior, ahí yo no quise comer. Dije: 'Mejor no como na' comida'.
- ¿Qué pasó después que se mandó las cucharadas al pecho?
- Me cagué entero en la cama. Llegó mi hermano y vio cómo estaba. Llegaron carabineros y también vieron todo. Lo único que yo hacía era botar espuma por la boca y me corría por el cuerpo. Me llevaron a la posta y me pusieron suero, y el viernes hice la denuncia en carabineros.
- ¿Y luego?
- Cuando volví a la casa tomé la olla y puse un saco en el suelo. Llegaron a comer dos perros, el "Pinino" y el "Chumi", y tres gatos. No aguantaron ni 5 minutos los pobrecitos y se murieron altiro.
- ¿Qué piensa ahora?
- Pucha, con que como el miércoles la comida me muero altiro. Pero no calenté la comida.
- ¿Qué piensa hacer?
- El terreno donde vivimos se lo escrituró el patrón a ella, pero yo fui a hablar con él para contarle lo que había pasado y me dijo que tenemos que irnos de ahí.
MALTRATOS
- Cuando la llevaron detenida, ella tenía un ojo morado. ¿Usted le pegó?
- Ella se cayó en un brasero. Yo sabía que después me iba a echar la culpa a mí y le pregunté: "¿Qué te pasó, miércale''. Y me dijo: "¿Cómo que qué te pasó? Si tú me botaste poh, tú fuiste el que me pegaste". Ella andaba con trago. Ella se enredó en el brasero. Le dije: "¡Mira, mierda, cómo dejaste".
- ¿Ella tiene problema de alcohol?
- Sí, ella anda medio tiritona a veces y toma. Yo también tomo, pero ahora hace como dos meses que no tomo.
- Ella dice que lo trató de envenenar porque usted le pega.
- Yo tengo que andar siempre con la verdad y tengo que decirle, señor, que sí le pegaba, de repente le daba sus palmetazos, pero no era para dejarla moreteada, porque cuando uno le da sus combos le queda morado, ¿cierto? Pero aquí no poh, entonces sí le pegaba de repente, pero cachuchazos, y le decía: "¡Ya andái tomando otra vez, diablo!". Y ella se enojaba conmigo.
- ¿Y ella lo había amenazado antes de que lo iba a envenenar?
- Síii, varias veces. "Algún día conchetumadre te voy a darte veneno", me decía, y yo no le creía. Ese veneno que me dio lo echaba a las papas, a los porotos, y lo tenía en unos tarros para echarle al maíz y para matar todos los bichos.
- ¿Y a pesar de todo quiere seguir viviendo con ella?
- Quiero vivir con mi compañera. La perdono y quiero seguir viviendo con ella. Siempre me tenía las comidas preparadas, me pasaba servilletas para yo estar limpio. Si la justicia quiere y los policías quieren, nos podemos comprometer ante la Iglesia- concluye su relato entre lágrimas de cocodrilo.
Patricio Tapia
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