Que no se lo coman las polillas: aprenda a proteger los alimentos

Con el aumento de las temperaturas no sólo empiezan a llenarse las piscinas. También es la época en la que aparecen los enemigos de los hogares: unos desagradables insectos que atacan diversos alimentos que todos consumimos. Se trata de las polillas y sus larvas.

La "Plodia Interpunctella", más conocida como la polilla de la harina o de los alimentos, es una especie pequeña que, cuando se encuentra en estado de larva, puede habitar en diversos lugares, principalmente en grietas y rincones que existen en los pisos, armarios y paredes. No tiene relación con las típicas polillas que llegan con la luz, que son grandes, gordas y se alimentan de pasto.

"La larva de la polilla de la harina es totalmente inofensiva y no significa ningún peligro para la salud de las personas, y aunque a nadie le gusta tener estos invitados en el hogar, hay que recalcar que no son tóxicas", contó el entomólogo, Alfredo Ugarte, el popular "Bichólogo".

La contaminación se puede producir en distintos puntos de la cadena de distribución y almacenaje, incluso es frecuente que se produzca en el propio hogar. La hembra de esta polilla puede poner hasta 400 huevos, los cuales, al transformarse en larvas, pueden perforar perfectamente paquetes de papel, cartón e incluso plástico, haciendo pequeños orificios para ingresar al producto y alimentarse. Este ciclo de evolución de huevo a polilla no supera los 30 días, sobre todo cuando existen altas temperaturas.

Con los antecedentes sobre la mesa, Empresas Tucapel ha iniciado una campaña de educación a través de la web CuidomiDespensa.cl, para informar a la comunidad sobre esta y otras temáticas cotidianas que pueden afectar a los alimentos, entregando consejos y recomendaciones que aporten al cuidado consciente de la despensa, algo fundamental para no pasar un mal rato al momento de sentarse a la mesa.

Para evitar que la presencia de estos bicharracos afecte el bienestar del hogar en una época donde lo que prima es el descanso, hay algunos consejos básicos que se pueden seguir: reemplazar los envases de papel o plástico donde se guardan los alimentos por frascos de vidrio o plástico duro.

Además, es recomendable consumir primero los productos más antiguos. En el caso de percatarse de la presencia de estas larvas en su casa, tome el recaudo de limpiar y aspirar meticulosamente los armarios y despensas. Si no se quiere perder el producto, se sugiere lavar los alimentos para eliminar los posibles huevos.

¿Y qué pasa con otros alimentos? No solo los alimentos secos se ven afectados por las larvas en esta época, pues también las frutas y verduras pueden verse comprometidos, como también las carnes.

Según nos contó el ingeniero agrónomo de la Universidad Católica, Michael Geisse, "cuando se ve que una fruta o verdura está contaminada con una larva, es posible quitarle el pedazo en mal estado y comer el fruto o la verdura, pero esto no es 100% recomendable, porque al contener una gran parte de agua, es posible que estén completamente afectados, a diferencia del arroz, por ejemplo, que al ser seco no deja que prolifere un hongo".

Eso sí, el profesional comentó que "de ver una larva dentro de la carne es el momento de descartarla de inmediato para el consumo de cualquier tipo, porque esto significa que el pedazo perdió su cadena de frío, y que definitivamente está completamente contaminada, lo que podría traer graves riesgos de salud".

Para ser consumidos

Una opinión similar es la que tiene la tecnóloga en alimentos Angélica Silva, con quien parlamos sobre los mohos en las frutas y verduras: "Cuando surgen rastros de moho en un alimento, es un indicador de que ya no está en su momento ideal para ser consumido. Algunos mohos producen micotoxinas, unas sustancias tóxicas que pueden ser altamente perjudiciales para la salud".

De paso, advirtió que algunos de ellos sí pueden ser consumidos. "Si encuentras un poco de moho en las frutas y verduras duras, que tienen un bajo contenido en agua (como el repollo y la zanahoria), también pueden consumirse aunque tengan moho. Basta con cortar las partes mohosas antes de comerlas con un centímetro de margen".

A su vez, también aseguró que los productos cárnicos, "debido a su contenido de agua, pH y nutrientes, son un sustrato perfecto para la proliferación microbiana, que puede ser eventualmente causante de enfermedades", pero que por falta de refrigeración, "esta flora microbiana aumente a cantidades que hacen que ese alimento pierda sus características iniciales, se descomponga y sea un posible foco de enfermedad".

Con la finalidad de poder mantener las cadenas de frío, y que la vida útil de las carnes sea más larga, la tecnóloga en alimentos aconsejó que "los rangos de T° para productos cárnicos según la tecnología aplicada a ellos son: Refrigerados 0 a 3°C, congelados -18°C como máximo, de ahí en adelante -20°C , -25°C, etc. Duraciones habituales de productos cárnicos que mantienen en todo momento su cadena de frío son: al vacío y refrigerados hasta 90 días, excepcionalmente 120 días congelados a -18°C, aproximadamente un año. Refrigerados sin vacío, por ejemplo en bandejas con cubierta de film, máximo 3 días".

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