Lo vi antes de empezar su segunda mocha como profesional. Tenía una risita ansiosa, esa que da cuando no se sabe a qué se enfrenta uno. Saltaba, movía la cabeza y me escuchaba mientras le vendaban las manos. Su cara brillaba por la vaselina.

Óscar Bravo, el nuevo cheque a fecha del Club México, debutó el 8 de febrero y lo hizo a lo grande, por la vía rápida. Dos minutos le duró su contrincante Hugo Martínez. "Era mi mayor anhelo subir al ring, lo esperaba con ansias. No salí a buscar el nocaut, llegó y fue como un sueño", cuenta.

-¿Y qué onda tus viejos?

-Mi padre es jubilado y lustrabotas y mi madre es dueña de casa. Yo estudié mecánica, ejercí dos años y ayudaba en la casa. Ahora tengo la suerte de contar con un auspicio y me pagan por boxear. Con mayor razón sigo ayudando.

-Oiga socio, ¿no le buscan camorra en la calle?

-No. Antes sí, pero siempre he tenido amigos que conocen el barrio. me cuidan y me libran de esos problemas. Yo soy tranquilo y sé que un combo mal pegado me puede traer muchos problemas.

-¿Qué te hubiese gustado ser si no te dedicaras el boxeo?

-Yo cuando chico era peleador, quería aprender karate o algún arte marcial. Le dije a mi papá antes de que entrara al boxeo a los 13 años. Siempre quise ser luchador de algo, pero hoy me es muy difícil pensar qué haría sin el boxeo, porque ésta es mi vida.

Por Mario Castro C.