Crónica

Un día en el óvalo: el lugar más peligroso de Chile

El Óvalo de la Penitenciaría de Santiago es reconocido por ex funcionarios de Gendarmería y gente que cumplió una pena efectiva en dicho centro de reclusión, como el lugar más peligroso del país. En ese octágono de 53 metros de ancho convergen reos de casi todas las galerías que lo rodean, cuyo número alcanza a las 1.500 personas cuando se abren las puertas para hacer el primer conteo.

El trabajo que realizan los 15 gendarmes a cargo de resguardar la seguridad en el corazón del primer recinto carcelario del país, no es tarea fácil. Para conocer en carne propia cómo son las jornadas en el penal, pasamos un día completo con ellos.

La rutina comenzó a las 8.15 de la mañana. El termómetro marcaba -1 grado en la Región Metropolitana y al interior de la cárcel la sensación térmica era aún más baja. Junto a los anfitriones, el capitán, Felipe Parra Letelier; el teniente primero, Sebastián Márquez y el sargento, José Ramírez, nos pusimos al tanto de las tareas del día.

A las 8.30 horas, hicimos el desencierro de las calles y galerías para hacer el primer conteo del día. Fuimos a la calle 6, entramos por un corredor donde hay 12 dormitorios por lado, cuyo nivel de hacinamiento es brutal: 9 ó 10 personas se quedan en una habitación. En total, 298 internos. Eso sí, habían unos que tenían que dormir fuera. "Los que se quedan sin pieza son los perkins", voceó un interno que se tapó la cara con un cuello de polar para evitar ser identificado.

Pero caminar por esa calle no es fácil: primero, la desventaja numérica que hay; segundo, hay que esquivar los excrementos que los mismos internos dejan en el piso; y tercero, entrar a todas las piezas para asegurarse que todos salgan para el conteo.

Una vez afuera les entregamos tres pancitos y una fruta para desayunar. En ese instante, un preso recibe la comida y vuelve a la calle, se quita la ropa y comienza a ducharse con agua helada en momentos en que habían 0° en la Región Metropolitana.

Peligroso

Las 15 calles de la Penitenciaría y los cuatro módulos, donde están los imputados, son relativamente tranquilos. No así las galerías. De las 12 que hay, 11 viven siempre como una olla a presión que está en su punto de ebullición producto de las peleas que fuimos testigos.

A las 10.30 horas los reos salieron al óvalo y de inmediato los reos de las galerías 9 y 10 empezaron a amenazarse. Actualmente, están en disputa por la muerte uno interno de la primera.

En esos amagos conocí el orden jerárquico de la cárcel y a sus personajes: "el choro", es el líder gracias a su fama por delitos y peleas ganadas; después viene "el perro", la mascota del líder, quien le hace compañía y es capaz de sacrificarse por él en caso de un ataque; siguen los "soldados" y "lanceros", quienes pelean a combos y estoques.

Al final están los "perkins", los encargados del aseo y los mandados por ser reos de poca fama y peligrosidad.

Y justo al interior del óvalo me encuentro con una realeza: Carlos Saldaña, conocido como "El Rey del Portonazo", a quien su corona no le sirve de nada al interior "porque tiene poca fama", según cuentan.

En menos de una hora supimos por qué el óvalo es el lugar más peligroso de Chile, pues en menos de una hora hubo dos riñas con lanzas y estoques.

Por su peligrosidad, me tuve que hacer a un lado y los gendarmes, en clara desventaja numérica y de implementos, intervinieron para controlar la situación. Desde el balcón, un funcionario hizo dos disparos al aire para bajarles las revoluciones.

Una vez "tranquila" la situación, un funcionario me avisa de un movimiento: "se van a ir a pelear a la galería 8", dice.

Finalmente, se termina la hora de patio y al encierro otra vez para ordenarlos y darles el almuerzo: lentejas con longanizas. Y después, a entregarles las encomiendas de sus familiares.

Por la tarde es la misma historia, los reos se amenazan a toda hora y cuando hay que intervenir, se arriesga la vida sin pensarlo.

A las 17.30 horas termina la jornada, me quito el chaleco, me despido y cruzo las cinco rejas de control que separan el óvalo de la salida con un sólo pensamiento. Los gendarmes hacen mucho con tan poco.

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