Se suponía que los moteles eran un nidito de amor para pasar piola, hacerlas todas y preocuparse sólo el uno del otro, pero en Valparaíso funciona uno con hoyos en las puertas que deja abierta la posibilidad de que los fisgones sapeen a las parejas en acción.

El hotel parejero donde se acabó la intimidad queda en un edificio viejo de calle Edwards, cerquita de la Plaza Victoria.

Tras ser informado de los graves hechos, nuestro corresponsal en la zona pasó una noche en el matadero, haciendo cucharita con su fotógrafo, y confirmó las denuncias. Eran verdad.

Después de meterse a una pieza del segundo piso, los cabros se soltaron de las manos y se dedicaron a revisar todos los rincones de la suite hasta que descubrieron un hoyito en la puerta.

Según el peritaje de Bonifaz, el hoyo fue hecho adrede y con mucho cálculo, pues el ángulo de la visión da derechito a las camas, para ni un otro lado más.

Los chiquillos aprovecharon la soledad de los pasillos para recorrerlos y archiconfirmaron que todas las puertas fueron agujereadas.

El voyerista que todos llevamos dentro llevó a nuestros ágiles Bonifaz y Camacho, algo así como El Piola y el Jaiba, a echar un luquin por los orificios y corroboraron que todos dan a los rings de cuatro perillas.

En su labor profesional no sólo certificaron que las 14 piezas del motel pasan llenas, sino que cada día se hacen cuestiones más raras arriba de la cama.

Además de contorsiones, nalgadas y hasta charchazos en la nuca, nuestros leones presenciaron la última chupada del mate en lo que a posiciones sexuales se refiere: La extraña pose del bombín.

Debido a que estamos en horario de protección al menor, sólo diremos que es muy parecida a la postura de la cacerola china y del violín gitano, ya comentadas en este diario, pero con menos cabriolas que la clásica pose del ombligo con agua. Para que le quede más claro, no tiene na' que ver con la postura del anticucho humano, sólo recomendable para mitimitis con palancas largas y orejas puntudas.

Sobre la existencia de los misteriosos agujeros en las puertas, el dueño del motel, Abraham, se fue de negativa y aseguró que no son obra de la mano del hombre. Cargó a las termitas y dijo que los bichos hicieron un hoyo hasta en la puerta de su pieza.

El compadre dijo que pasa 6 meses del año en Suiza y la otra mitad en el Puerto.

En todo caso, sospecha de una antigua administradora con la que tuvo un romance. "Ella está despechada porque ahora tengo otra polola. Me quiere perjudicar y hasta me ha hecho brujerías para que me vaya mal en mis negocios. Las mujeres son capaces de cualquier cosa. Estoy afectado por todo esto, pero por si acaso ya tapé todos los hoyos", dijo el pintoresco dueño del motel.

F. Bonifaz/C. Godoy