Fue una orgía en Tailandia la que propició la llegada de Claudio Ranieri al Leicester City.

El entrenador de aquél entonces, Nigel Pearson, renunció luego que tres de sus jugadores, incluyendo a su hijo, hicieran de las suyas en un burdel y subieran las imágenes a internet junto a insultos racistas.

Tras la dimisión, el Leicester, que una vez más se jugaba la permanencia, debió buscar un deté de emergencia, y el escogido no fue otro que Ranieri, un experto en apagar incendios.

Con 64 años cumplidos y pasos por los equipos más grandes del mundo, la historia de Ranieri está marcada por su capacidad de agarrar "fierros calientes". Entre sus mayores hitos cuenta el ascenso del Cagliari a la Serie A tana en 1990, el rescate de la Fiorentina de los potreros en 1993 y la consiguiente consolidación del cuadro lila en la Copa Italia y la Supercopa italiana de la mano de jugadores como el bife Gabriel Batistuta y el portugués Rui Costa.

Posteriormente, el hombre tomaría a la Juventus cuando fue lanzada a la Serie B por el escándalo de apuestas en el futbol tano, y también conseguiría llevarla de vuelta hasta el olimpo, tal y como lo hizo tiempo después con un Mónaco que se hundía en los potreros de la liga franchute.

Así las cosas, la llegada de Ranieri parecía una apuesta por permanecer en la Premier League, pero no así por ganarla y conseguir títulos. El entrenador tenía cartel de bombero, pero pocos esperaban que se chantara el gorro, la capa y se vistiera de mago para sacar campeón a un Leicester que en 132 años de historia no había ganado nada. ¿La clave? La pizza.

VIEJITO BUENO

Fiel a la vieja escuela italiana, la base del éxito de Ranieri se basa en el vilipendiado "catenaccio", aquel sistema de juego que favorece el aspecto defensivo y que chanta en el contragolpe la mejor opción de ganar.

Sin embargo, el viejito ha demostrado que puede adaptarse a las necesidades actuales y lejos de cederle el balón al equipo rival, el Leicester luce como un equipo bien parado en la retaguardia, pero que rota la pelotita y se aplica con tutti por las bandas gracias a jugadores como Mahrez.

A Vardy, de hecho, lo utiliza como "nueve falso", cosa que el chiquillo se mueva y genere espacios para que aparezcan los volantes.

Según una carta publicada por el mismísimo entrenador, una de las cosas que más le preocupaba cuando llegó al Leicester era la gran cantidad de goles que recibía. Para dejar la portería en cero, le prometió a sus jugadores rajarse con pizza si no recibían pepas, cosa que el día de hoy lo tiene con dolor en la billetera.

"Antes del partido contra el Crystal Palace, dije: 'Vamos, chicos, vamos. Si mantenemos la portería a cero, los invito a pizza'. Por supuesto, mis jugadores dejaron la portería en cero y los llevé a Peter Pizzeria, en Leicester City Square. Pero les había preparado una sorpresa. Les dije: 'Tienen que trabajar para lograr cualquier cosa. Así que trabajen también para su pizza. Haremos nuestra propia pizza'. Así que fuimos a la cocina con la masa, el queso y la salsa. Hicimos nuestra propia masa. Fue muy buena, además. Me comí muchos trozos. ¿Qué puedo decir? Soy italiano. Me encanta la pizza y la pasta", tiró el viejito. Un grande que hizo grande de la nada al Leicester, que tras el empate 2-2 del Tottenham con Chelsea, se vistió -con todos los merecimientos- de campeón en la Premier League.